El Papa Francisco y su obra cuestiona la “cultura del descarte” impulsada por las élites económicas y pone su esperanza en los movimientos populares, a los que llama “poetas sociales”. En La Rioja, la Universidad Popular y los barrios muestran cómo esa visión se hace práctica comunitaria.

Las élites económicas han construido un modelo global en el que el lucro ocupa el centro y las personas quedan relegadas. El Papa Francisco lo definió con crudeza como la “cultura del descarte”, una lógica que convierte a los seres humanos en piezas de consumo: se usan mientras producen y se desechan cuando dejan de hacerlo. “Los beneficios por encima del hombre”, advirtió, generan efectos devastadores: ancianos considerados carga, niños desechados, personas discapacitadas insultadas, jóvenes expulsados del trabajo y de la esperanza. El resultado, según Francisco, es un mundo marcado por la exclusión y la violencia, donde millones quedan “sobrantes” para los poderosos.
La contracara humana a la cultura del descarte
Frente a esa maquinaria de exclusión, Francisco propone una alternativa radical: poner a la persona en el centro y recuperar la cultura de la inclusión. Allí donde los poderes hablan de competitividad y sacrificios, él insiste en solidaridad y dignidad. Donde otros ven descartables, él ve hermanos y hermanas. La humanidad, dice, no puede reducirse a la contabilidad de ganancias sino que debe construirse desde la fraternidad.
Los “poetas sociales” de la esperanza
En esa contracara se ubican los movimientos populares, a los que el Papa define como “poetas sociales”. Poetas porque imaginan futuros nuevos, y sociales porque los construyen en comunidad. Para Francisco, estos colectivos no se resignan ni esperan soluciones mágicas: “quieren ser protagonistas, se organizan, estudian, trabajan, reclaman y, sobre todo, practican esa solidaridad tan especial… entre los que sufren”.
El Pontífice ha encontrado en ellos la esperanza que la política institucional suele sofocar. En los barrios y villas, en los asentamientos precarios y en las cooperativas, percibe un “viento de promesa que aviva la ilusión de un mundo mejor”. Por eso los alienta: “que nadie les quite esa convicción, que nadie les robe esa esperanza, que nadie apague los sueños”.
Los movimientos populares, recuerda, trabajan “cuerpo a cuerpo, persona a persona”, creando comedores, escuelas de oficio, merenderos y cooperativas. Son experiencias que, en palabras del Papa, podrían definir el rumbo de toda la humanidad: de ellas “depende no solo su propio futuro, sino tal vez el de toda la humanidad”.

La Rioja: comunidad antes que egoísmo
Esa visión no es abstracta ni lejana. En La Rioja se hace carne en el trabajo de la Universidad Popular y en múltiples movimientos sociales que levantan comunidad donde las políticas de mercado dejan abandono. No es casual que Francisco hable de una “pedagogía del barrio”: es allí donde la solidaridad se vuelve método de supervivencia y proyecto de futuro.
La Universidad Popular de La Rioja encarna esa pedagogía en varios frentes. Junto a la UNLaR y el diario El Independiente impulsó recientemente una investigación sobre percepciones sociales sobre VIH, recogiendo la voz de los sectores más vulnerados. Allí donde la academia suele mirar desde lejos, la educación popular se involucra, comparte saberes y convierte al conocimiento en herramienta de organización.
En el Barrio Agrario, la Universidad Popular La Rioja y los vecinos organizaron los festejos del Día de las Infancias. Más de ciento cincuenta chicos disfrutaron de juegos, meriendas, música y obras teatrales, gracias a la colaboración voluntaria de adolescentes y adultos del barrio y la ciudad. Fue una jornada que, más allá de la alegría inmediata, se convirtió en símbolo de comunidad organizada frente a la escasez y el olvido.
Y en el Barrio Cristo de Abraham, una zona donde la vulneración de derechos golpea con fuerza, la Universidad Popular acompaña procesos de organización comunitaria y desarrollo humano. Gestiones, proyectos, talleres, investigaciones y manzaneras son parte de una trama que resiste al descarte con ternura organizada. Allí, donde antes solo había precariedad y silencio, hoy hay vecinos que se reconocen como protagonistas de su destino colectivo.

Otra humanidad es posible
En estas experiencias riojanas resuena la voz del Papa. Donde el mercado dice descarte, los movimientos dicen dignidad. Donde los poderosos trazan fronteras de exclusión, los pobres organizados levantan puentes de esperanza. Francisco lo sabe: el futuro de la humanidad no se juega en las cumbres de las élites, sino en los barrios donde las comunidades resisten y sueñan.
La contracara de la cultura del descarte ya existe. Habita en cada comedor comunitario, en cada festejo popular, en cada investigación que devuelve la palabra al pueblo. Habita, en definitiva, en ese territorio donde la Universidad Popular La Rioja y los movimientos sociales convierten la exclusión en comunidad y la intemperie en esperanza.