18/06/1937 –  debuta Ángel Labruna, el goleador eterno del Club Atlético River Plate

Jun 10, 2022 | Deportistas en el Recuerdo, Últimas Noticias

Ángel Amadeo Labruna, símbolo máximo del jugador e hincha del Club Atlético River Plate, nació en Las Heras y Bustamante, el 28 de septiembre de 1918. Por esa razón y desde 2003, el 28 de septiembre se celebra el Día Internacional del Hincha de River…

La familia ocupaba una casona con un local al frente: la relojería de Don Ángel Labruna, quien soñaba que algún día la heredarían sus tres hijos, Nélida, Angelito y Eduardo, “el Cholo”.

Sin embargo, vivían demasiado cerca de la cancha de River, que por entonces se encontraba en avenida Alvear y Tagle. Y en una ciudad de adoquines y tránsito escaso, que permitía a los chicos jugar a la pelota sobre el empedrado, ya que los autos pasaban muy espaciadamente, el “Gordo”, como le decían a Angelito por entonces, era un apasionado del fútbol y soñaba con mecanismos de relojería distintos, como el que hacia 1941 haría funcionar la famosa Máquina de Muñoz, Moreno, Pedernera… ¡Labruna! y Loustau.

Cuando su padre lo descubría jugando un picado de vereda a vereda, lo obligaba a volver a la casa, en penitencia, ya que deseaba para él un destino seguro en la relojería. Y él aceptaba su reclusión… ¡para practicar remates entre las dos higueras del patio del fondo! La mamá de Angelito, doña Amalia Cavatorta, pateaba a favor del hijo futbolero. Hasta que, finalmente, Don Ángel cedió… en parte. No quería que el pibe jugase en la calle, pero no tenía nada contra el deporte. De modo que en 1928 lo hizo socio de su Club Atlético River Plate, del que don Ángel padre tenía el carné número 580, para que practicase, pero en un lugar seguro.

Allí Angelito, portando su propio carné número 1358, aprendió a jugar al básquetbol (fue muy destacado básquetbolista riverplatense en infantiles y cadetes) y al ping pong. Frecuentaba la pileta de natación, aunque nunca aprendió a nadar. No jugaba oficialmente al fútbol, simplemente porque no tenía edad para quinta y River no tenía sexta. De modo que jugaba en Barrio Parque Fútbol Club, los sábados por la tarde. El presidente de River, don Antonio Vespucio Liberti, fue alertado por Félix Roldán, el detector de talentos, que había un jovencito hincha de River que la rompía. Cuando Liberti comprobó que Roldán, una vez más, había acertado, quedó tan impresionado por la calidad de Labruna que decidió crear la sexta división del club, para no perderlo… ¿El resto de los jugadores? Todos los amigos de Ángel, que jugaban en el Barrio Parque F. C., fueron reclutados en masa para los “millonarios”, con el beneplácito de Don Ángel padre, que se había convertido en el delegado del Parque para estar cerca de su muchacho.

Curiosamente, cuando le llegó el momento de elegir entre el fútbol o el básquetbol, Labruna se decidió por este último, ya que no se tenía fe para triunfar “en el verde césped”. Fue Liberti quien lo impulsó a optar por el fútbol. El 9 de agosto de 1934 fue inscripto en la AFA oficialmente como jugador de River Plate.

En 1936 subió a la cuarta especial. Eso le significaba un sueldo de 80 pesos mensuales y 25 por partido. Una verdadera fortuna para la época, que sin embargo no tenía parangón con otro logro del “Gordo”: le faltaba poco para jugar junto a su ídolo, Bernabé Ferreyra, quien alguna vez le había autografiado una foto con dedicatoria. Se dio el gusto el 25 de mayo de 1937, en el pueblo santafesino de Bernabé (también de Amadeo Raúl Carrizo y de Ernesto Enrique Mastrángelo), cuando “El mortero de Rufino” se iba despidiendo de su gloriosa carrera… Jugaron contra Jorge Newbery. La delantera: Peucelle, Moreno, Bernabé Ferreyra, Labruna y Deambrosi.

El 18 de junio de 1937 Ángel Amadeo Labruna debutó oficialmente en primera. Fue ante Estudiantes de La Plata y River cayó por 1 a 0. El 5 de noviembre de 1939, en cancha de San Lorenzo, jugó su primer superclásico ante Boca Juniors. Ese día marcó el gol del triunfo por 2 a 1, el primero de 16 goles que lo convertirían, hasta la actualidad, en el máximo goleador del superclásico. En agosto de 1942 debutó para la Selección Nacional contra Uruguay (jugó 37 partidos y marcó 17 goles, entre el 42 y el 58). En 1945 fue goleador del campeonato por primera vez… Y ese año se casó con Ana Carraquedo, a quien conoció a sus 17 años bailando el tango “Nostalgias”.

Ángel y Ana tuvieron dos hijos, ambos jugadores de River: Ángel Daniel (fallecido a los 19 años, en 1969) y Omar Raúl (quien jugó en la primera de River, le marcó un gol del triunfo a Boca y actualmente es entrenador). Porteños de ley, los chicos se criaron ya en el barrio de Núñez, en el bulevar Lidoro Quinteros, que da directamente a las puertas del Estadio Monumental Antonio Vespucio Liberti…

EL ETERNO ANGELITO

La trayectoria futbolística de Ángel Labruna fue impresionante. Hizo goles de todos los colores y ganó numerosos títulos como jugador y luego como entrenador.

Durante años se lo consideró el segundo gran goleador del fútbol argentino, con 292 tantos, uno menos que el mítico paraguayo de Independiente, don Arsenio Erico. En 2008, sin embargo, el Centro de Investigación para la Historia del Fútbol informó que había detectado un gol a Estudiantes de La Plata, que por error no se había incorporado a la base de datos estadístico. Se inició así una movida para considerar a Erico y Labruna empatados con 293.

Jugó 515 partidos en primera. Ganó 11 títulos como jugador: Primera División 1941, 42, 45, 47, 52, 53, 55, 56, 57, estos 9 con River Plate, más los Sudamericanos de 1946 y 1955 con la Selección Nacional. Ganó 7 títulos como Director Técnico: Nacional 1971, con Rosario Central; Metropolitano y Nacional de 1975, Metropolitano 1977, Metropolitano y Nacional 1979 y Metropolitano 1980, con River.

Fue tan extraordinario su nivel de juego, que su aparición obligó a correr de lugar al “Charro” Moreno. Si se considera que un observador agudo como el periodista Juan De Biase opinaba que José Manuel Moreno había sido el único jugador comparable a Pelé hasta la aparición de Diego Maradona, se tendrá una idea de la dimensión que había cobrado el juvenil Labruna, que se apropió de la entreala izquierda de River (había sido su técnico de la cuarta, Ángel Calocero, quien le encontró la posición) para que Moreno fuese el entreala derecho de La Máquina. El ala izquierda que Labruna y Loustau conformaron llevó a decir al humorista Calé que jugaban como “un solo cerebro con cuatro piernas”.

La crónica familiar registrará otra curiosidad: maravillado por la carrera de su hijo Angelito, don Ángel padre intentó impulsar a su otro hijo, “el Cholo” Eduardo, que también jugaba bien. Al menos, lo suficiente para pasar la prueba en Excursionistas. Pero a Eduardo le tiró más la relojería…

Como futbolista se retiró en 1961, a los 43 años, justificando plenamente su apodo de “El Eterno”. Había jugado 28 años consecutivos en primera división… Todavía intentó en Rampla Juniors de Uruguay (1960). También llegó a jugar dos partidos para Platense en primera B, haciendo a la vez de técnico y jugador. Pero en el segundo encuentro se perdió un gol imposible y decidió sacarse a sí mismo. Intentó sin mucha fe una última ficha en Rangers de Chile, pero ya las piernas y el ánimo no le daban. Habrá que resaltar que cuando jugó el decepcionante Mundial de 1958, en Suecia, Angelito tenía ya 40 años, pero el fútbol argentino depositó sobre sus espaldas la responsabilidad de golear a europeos veinteañeros y de fútbol más físico que técnico…

Después del fútbol, intentó diversos trabajos, abrió una gomería, una pizzería, un hotel en Mar del Plata, pero en ninguno le fue bien. River le tiró la changa generosa de ser espía del técnico Néstor “Pipo” Rossi, en 1962, pero como a muchos porteños a Angelito le tiraba el hipódromo. Se cuenta que armaba sus informes leyendo los diarios del lunes, porque los domingos en vez de ir a observar al próximo rival prefería ir a las carreras… Tal vez lo haya hecho sólo una o dos veces. Pero no se puede negar que la leyenda es linda. En 1963, cuando se fue Pepe Minella, tomó el equipo como técnico por primera vez en su vida. Pero una controversia con los dirigentes derivó en su salida. Y la vuelta al mundo “comercial”, intentando alejarse del fútbol.

Así fue que en 1966, cuando estaba a cargo del buffet de Defensores de Belgrano, le ofrecieron hacerse cargo del equipo, que andaba mal. Aceptó, mejoró la campaña y al año siguiente lo sacó campeón de la B. Con un agregado: al mismo tiempo dirigía la primera de Platense en la A, que perdió insólitamente la semifinal con Estudiantes de La Plata, por el torneo Metropolitano (Platense ganaba 3 a 1 con baile, cuando un error de su arquero permitió la recuperación de los Pinchas).

Los sábados con Defensores y los domingos con Platense, había iniciado una inesperada y sensacional carrera como entrenador, aunque siempre que firmaba contrato con otros clubes, incluía una cláusula que le permitiría rescindir lo acordado en caso de que fuese River quien lo convocase…

Le fue bien en casi todos los clubes en que estuvo, incluyendo a River, que le fue tan ingrato en esos años como los títulos esquivos, que relegaban reiteradamente a la Banda al subcampeonato, incluso en 1968, cuando un penal evidente del velezano Gallo en las finales no fue sancionado por el árbitro e impidió un paso decisivo hacia la consagración.

En 1971 sacó a Rosario Central campeón por primera vez en la historia. En Talleres de Córdoba armó un equipazo en 1974, lo mismo que haría años después en el Argentinos Juniors que en las finales del Nacional 1983 eliminó a Boca y a River…

En 1975 volvió a River y lo consagró campeón después de 18 años de sequía. No sólo eso: sumó 6 títulos para compensar lo sufrido.

Tras una polémica decisión del club y del poder político de la época, que por un capricho del almirantazgo fogoneó la llegada de Alfredo Di Stéfano como DT de River (otro grande Alfredo, dicho sea de paso), Labruna no aceptó seguir “como manager” y se fue en 1981. En septiembre de 1983 parecía todo dispuesto para su regreso, entre otras cosas porque a los 65 años todavía estaba en buena edad para aceptar desafíos. Sin embargo fue imprevistamente tomado por una dolencia que se lo llevó el 19 de septiembre de 1983, como cuenta la leyenda que impresionó a los hinchas, cuando lo visitaba el Pato Ubaldo Fillol, cayendo Angelito al desplomarse en los brazos de uno de sus dos grandes arqueros (el otro fue Amadeo Raúl Carrizo).

A la memoria de los riverplatenses más veteranos, cada vez que cruzan el “Puente Ángel Labruna”, de la Av. Udaondo vuelve su imagen marcando el “golcito de cábala” al entrar a la cancha, según le había aconsejado “el Tano” Renato Cesarini para cortar una racha negativa. Y sobre todo, su imagen campechana en la Bombonera de sus eternos rivales de Boca Juniors, tapándose la nariz con los dedos en un símbolo provocador, pero finalmente simpático, signo de una época que hasta los veteranos hinchas de Boca deben recordar con cierta calidez, como se añoran las más sanas picardías de algo que se llamó folclore.

Fuente: Libro “100 Ídolos Porteños” (1610-2002) de Horacio del Prado y Víctor Lupo

Editorial Corregidor

Junio de 2022

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