A sólo nueve meses del Mundial, la Selección se quedó sin su entrenador. Velasco asoma para sucederlo.
“Gracias por estar a mi lado en el peor día de mi vida”.
En esa frase se agotó el texto de un e-mail de Javier Weber, abrumado y desencantado en Krasnodar, para un intimísimo colaborador de la Selección argentina. La respuesta, desde lejos -con siete horas de diferencia con la ciudad rusa-, a un mensaje de aliento puso en blanco sobre negro lo que sucedía en la Nochebuena de Argentina:Weber se quedó afuera del cargo de entrenador principal del seleccionado nacional.
El jueves se realizó una reunión de intensas tres horas en la sede de la Federación del Voleibol Argentino (FEVA) de la que participaron Weber (viajó especialmente desde Krasnodar porqueolfateóque algo se había desacomodado para su continuidad), Juan Antonio Gutiérrez (presidente de la FEVA), Rodolfo Quirós (dirigente responsable de las Selecciones masculinas), Facundo Rizzone (manager de la Selección) y Oscar de Sarro, un dirigente bonaerense cercano a los equipos nacionales.
En aquel lapso se revisaron las singularidades de un 2013 difícil y áspero: la escasez de resultados -lo más destacable fue la clasificación para el Mundial de Polonia 2014, perdiendo con Brasil 3-2 en Cabo Frío-, la conflictiva relación de Weber con jugadores del peso de Facundo Quiroga y Facundo Conte, las vicisitudes pasadas en el primer año -por el recambio de jugadores- de los cuatro que componen el ciclo olímpico hasta Río de Janeiro 2016, la composición del cuerpo técnico y las históricas e inevitables turbulencias desestabilizadoras de gente que sabe mucho de voleibol y que tiene a sus descendientes jugando con la celeste y blanca.
De cierre, cuentan, hubo un apretón de manos entre Gutiérrez y Weber mientas se escuchó:“Vos sos la persona indicada para seguir porque, además, sos un hombre de la casa”. “Listo”, razonó Weber. “Todo en orden para planificar el 2014”. Pero.
El sábado a la mañana sonó el tradicional teléfono celular, ese que comienza con 156 y termina en 52. Era Gutiérrez, quien después de un saludo formal descerrajó:“No te puedo sostener. Tengo a la Federación Metropolitana haciendo lobby por Julio Velasco. Dicen que tienen todo abrochado con Julio y el respaldo de tres o cuatro federaciones pesadas. Chau. Pensalo y hablamos”.
La jugada de la Federación Metropolitana de Voleibol capitaneada por su presidente Vicente Finelli, quien se cargó sobre sus hombros la representación de federaciones importantes como las de Buenos Aires y Santa Fe, se apoyó en dos patas muy fuertes: la primera, como amplificador de entrenadores y ex jugadores de la Selección muy ganadores y prestigiosos que galopan desde hace tiempo montados en una cuestión muy opinable:“con Weber se entrena poco. Su volumen de trabajo es pobre”;y la otra forma parte del discurso de un jugador importante, portador de un apellido importante:“A este tipo no lo aguanto más. Y no voy a parar hasta verlo afuera de la Selección”.
Así, entre miserias y asonadas, una tradición en la que las traiciones forman parte inescindible de su modo de ser más allá del cambio generacional de hombres y nombres, el voleibol argentino observa cómo otra cabeza de un entrenador rueda sin pena ni gloria. Casualmente, como la de Jon Uriarte en su momento, cuando desde las oficinas de Ideas del Sur a cargo de Marcelo Tinelli se impulsó desmedidamente a un excelente entrenador como Javier Weber. No olvidar que para aquella brutal embestida contra Uriarte no se midieron procedimientos: desde la negación de jugadores para el partido contra Venezuela, en Formosa, que se perdió para ir a Beijing 2008, hasta la utilización de medios de comunicación para instalar falacias como verdades absolutas.
Hoy un juramento y mañana una traición.
Dinámica de un deporte que se fagocita a sí mismo.
Fuente: Clarín – POREDUARDO CASTIGLIONE
26/12/13
http://www.clarin.com/deportes/historia-secreta_0_1054694615.html