“Usted va a ser jugador de selección”, le dijo el gran entrenador de la selección argentina, ´Don Manuel Giúdice´ al joven tucumano “Buchino” y este sueño se hizo realidad.
Ernesto Humberto Juárez, conocido como “Buchino” y protagonista de esta genial historia nació el 13 de diciembre de 1934 y se crió en la calle Diego de Villarroel al 200, en plena Villa 9 de Julio, de San Miguel de Tucumán, donde desde muy chiquito lo vieron correr detrás de la redonda. “El fútbol fue y será siempre su deporte”, explica el protagonista.
El papá Ernesto Humberto y la mamá María Elena lo apoyaron desde siempre. Eran 5 hermanos: Luis Alberto Juárez (jugó al fútbol también en Huracán de Parques Patricios) y las mujeres: Cristina Ángela, María Elena y Dominga Antonia.
Estudió hasta sexto grado, pasando por 3 escuelas: la Martín de Güemes, cerca de su casa en el Pasaje 1º de Mayo, luego la Presidente Roca (Sarmiento y 25 de Mayo) y por último en el Padre Roque (el actual San Francisco de calle Marcos Paz entre Muñecas y Maipú). En la última escuela integró la banda de música. Fue tamborilero y defendió la camiseta de la institución en los primeros Juegos Evita. ”Perdimos ante el campeón, San Martín” pero teníamos un equipo bárbaro”.
Estuvo casado con María Angélica Domínguez (hoy viudo), con quien tuvo tres hijas mujeres. Dos viven en Salta: Mónica Elena y Miriam Elizabeth. La otra vive en Tucumán, Sandra Jaqueline. Y disfruta muy contento de sus 11 nietos, 3 varones y 8 mujeres. “Un nieto, Matías, practica el fútbol y está muy cerca de jugar en la primera de Juventud Antoniana de Salta. Una nieta, Rocío, también juega al fútbol y es goleadora del equipo de UTGHRA en Tucumán ¿Qué tal?” nos dice su abuelo contento por su descendencia futbolística.
“Buchino” se inició jugando al fútbol en un equipo del barrio llamado Liverpool Fútbol 7. Jugaban en el Parque 9 de Julio, a una cuadra de su casa natal. Allí oficiaban de locales (lugar donde nunca perdieron). La canchita estaba detrás de La Pérgola, para los memoriosos.
Pero el club que lo vio nacer futbolísticamente en forma oficial, fue Villa 9 de Julio (antes jugó también para Defensores de Boca), equipo que militaba en la Federación Tucumana. Allí mostró su magia y talento. Tal es así que a los 15 años debutó en la Primera, en el ascenso tucumano. “Fue ante Ferrocarril Mitre, que venía puntero e invicto. Ganamos 1 a 0 y al gol lo marqué yo”, recuerda Buchino. Tuvo grandes campañas en Villa 9 de Julio y a los 16 años se consagró campeón con el equipo. Pero no le dieron el ascenso al no tener cancha propia. “Andaba bien”, humildemente explica. Entonces lo llevaron a prueba a San Martín en la Ciudadela. Aunque se encontraba lesionado, decidió asumir los riesgos. “Jugué para los suplentes. Hice un partido discreto. Le ganamos a los titulares 2 a 1 y convertí un gol olímpico, pero no superé la prueba”. El DT “Santo” era Roberto Santillán. Igual, años después lo convocaría a jugar en la Selección Tucumana que dirigía y allí Juárez dio el salto de calidad.
Al no entrar en San Martín, rápidamente su equipo del barrio, Sportivo Guzmán, lo fichó. En ese momento pagaron 6.000 pesos por su pase a Villa 9 de Julio y le prestaron las instalaciones para que oficie de local ese equipo. Juárez “la descosió”, popularmente hablando, en Sportivo. Hacía goles y tenía proyección. Santillán lo llevó como titular a la selección tucumana y “Buchino” castigó con goles a Independiente de Avellaneda, Ferrocarril Oeste, Rosario Central, un equipo de Suiza y al América de México, que vinieron a jugar en nuestra ciudad. Participó de la gira por Chile y recibió aplausos por su desempeño. Pero tenía un problema para ser vendido a Buenos Aires: le tocaba hacer la “conscripción”. Sí, el servicio militar obligatorio lo esperaba de regreso en 1954. Y el fútbol le dio un lugar privilegiado.
Mientras se encontraba cumpliendo el servicio militar en la provincia, al Comando de Tucumán llegó un comunicado firmado por el general Franklin Lucero (Jefe del Ejército Argentino): “Al Señor Ernesto Humberto Juárez se lo necesita en Buenos Aires. Ejecuten su traslado”. Tuvo que subirse al tren El Mixto y partir, ante el asombro de los oficiales residentes en Tucumán que no se explicaban el por qué. El tema es que Atilio Renzi, secretario privado de Evita y luego de Perón, era un alto dirigente del club Ferrocarril Oeste de Caballito y quería al tucumano Juárez jugando para su equipo. Tuvo un trato especial en el regimiento de Buenos Aires y vivía en el club Ferro. Y así comenzó la fantástica aventura por el fútbol grande. Fue en 1955 cuando Ferro paga por él 150.000 pesos.
“El jugador que hace goles, triunfa”, repite siempre “Buchino” y en ese entonces fue por su gloria. A prueba, para Ferro, enfrentó a River y le hizo un gol en el triunfo por 3 a 2. Y contra Boca jugó lesionado, sólo unos minutos y anotó el tanto del empate 1 a 1. Sí, sabía que tenía que hacer goles para destacarse, aún jugando de 8 o tirándose como wing derecho.
De 1955 a 1960 estuvo en Ferro y ganó el ascenso. Huracán, pagó 2 millones de pesos por su pase, donde jugó del ’61 al ’63 (en ese tiempo desplegó también su magia en la Selección Argentina dirigida por Néstor Rossi). Luego River en el ’63, paga por su pase 8 millones y juega 2 años. Estuvo en Rosario Central en ’65 y regresó a Huracán en el ’66. Había una propuesta de Estados Unidos pero prefirió ir a jugar la Copa Libertadores en Paraguay, con el Club Guaraní. En ese equipo fue campeón 2 años. Y su último club, como futbolista, fue Libertad en ese país. Se retiró a los 36 años de edad.
“Un puntero que acostumbraba a atacar por los laterales, con habilidad, velocidad y eficiencia”. Así se lo definía en aquella época a Buchino. Un grande. Un crack de verdad.
SU ÉPOCA DE ENTRENADOR
Alguna vez le ofrecieron dirigir a Libertad de Paraguay, pero ya estaba radicado en Tucumán y dirigiendo al Club La Providencia y dijo no. Ernesto Juárez en la provincia, fue técnico de Primera en Central Norte (lo hizo debutar al negro Juan Manuel Ramos en el arco a pesar de su corta edad y que los dirigentes no querían. Luego lo vendieron a Racing de Córdoba), para seguir como DT en Amalia, San Pablo, Sportivo Guzmán, Argentinos del Norte, Atlético Tucumán (en inferiores y Primera), Deportivo Aguilares, La Providencia, Sarmiento de Santiago del Estero y Deportivo Tabacal de Salta (fue campeón 2 años seguidos). También estuvo muchos años desde 1995 buscando talentos para River Plate en la zona Noroeste.
“Voy a volver a dirigir a los chicos, a formar jugadores. Eso me gusta y lo disfruto. Sólo da bronca que los dirigentes de Tucumán no se den cuenta del potencial del jugador tucumano y de la capacidad de los entrenadores que hay en la provincia para darles chances”, cerró Ernesto “Buchino” Juárez.
“Usted va a ser jugador de selección”
Le dijo Manuel Giúdice alguna vez luego de verlo jugar. “Buchino” Juárez lo comprendió y lo fue. Con la selección argentina jugó doce partidos como titular y estuvo 2 de suplente. No pudo, aunque ya estaba en la lista, jugar el mundial de 1962 y 1966 porque “El Toto” Juan Carlos Lorenzo decidió bajarlo a último momento. Pero jugó el Sudamericano de Bolivia completo (Argentina terminó segunda). Y ganó la Copa Lipton ante Uruguay. La Copa Newton ante Chile y la Copa Rosa Chevallier Boutell ante Paraguay.
Juárez recuerda su paso en la selección nacional como lo máximo. Y tiene una explicación.
“Ganarle a Brasil, de visitante y con un gol mío, es lo máximo que te puede pasar en el fútbol. A mí me pasó, y es mi mayor alegría”. Fue el 13 de abril de 1963, en el Morumbí de San Pablo como visitante y ante 70.000 espectadores. Brasil venía de 7 años invicto como local, hasta que se topó con la selección argentina. “Jugamos de titulares dos tucumanos. Eso también es un orgullo. David Iñigo y yo estuvimos desde el arranque”, rememora Juárez, con la frente bien alta. Pelé ya era considerado el mejor jugador del mundo. El arquero era Gilmar, y también estaban talentosos como Dorval, Mauro, Altair, Dialma Santos, Mengalvio y hasta el gran Coutinho. “Ganábamos 2 a 1 y teníamos la pelota. Así hay que jugarle a Brasil. Así se desesperan. Pero la ventaja era mínima. Tomé la pelota, sin marca, a casi 40 metros del arco. Tuve espacio y confié en mi remate. Le pegaba fuerte. Entonces apunté y la puse en el ángulo. Fue 3 a 1 y aunque después ellos descontaron, la historia ya estaba escrita”, explicó “Buchino”. Su gol y su gran actuación fueron clave para ese memorable triunfo con presencia tucumana.
El periodista de la revista El Gráfico Osvaldo Ardizzone, enviado especial a Brasil, consideró a Juárez, de la siguiente manera: “Fue quién marcó el tercer gol, con un remate al ángulo y desde larga distancia y fue como un gran aporte a la importancia que tiene en un equipo un núcleo base que se encuentra en la natural afinidad por una única manera de sentir y de pensar en jugar al fútbol”.
Fuente: Libro “100 Ídolos Tucumanos” de Víctor F. Lupo
Editorial Corregidor
Capítulo 27 – Página 145
15 diciembre de 2022.