El Papa Francisco resaltó recientemente los «valores representados por el deporte», entre ellos la «lealtad y solidaridad», al recibir en el Vaticano a una delegación de la federación austriaca de esquí, previo a encabezar la tradicional audiencia general de los miércoles en Plaza San Pedro.
Muchos siglos antes de Cristo los griegos clasificaban e identificaban los valores del Ser humano agrupándolos en las “virtudes cardinales” Justicia Prudencia Fortaleza Templanza Viviendo en y con ellas se encontraba el hombre de la polís ideal, aseguraban. Obviamente, era un ideal para una sociedad también ideal. Los griegos tenían todo tipo de lacra humana pululando en la cima del poder político y militar, aunque también tenían respuestas devenidas de lo divino o de lo humano para frenarlas. Obviamente, apenas caían en desgracia, nunca antes, como dice el reglamento no escrito que aún perdura. Según Platón, la Justicia era la piedra angular de las virtudes. Sin ella es imposible adquirir las otras, y teniéndolas a todas, sin Justicia no se las puede mantener. Justicia… ¿Cómo será su verdadero rosto? Por estas serranías pocos o nadie la ha visto. La Iglesia de Roma no colaboró demasiado cuando el embrión del deporte moderno comenzó a darse forma desde el siglo XVIII y en adelante. No obstante las palabras de Francisco, Jefe del Estado Vaticano y líder espiritual del catolicismo me mueven a pensar sobre el dueto valores y deporte. Los valores fueron pensados para la vida del hombre en sociedad. Pues están en todas y cada una de las sociedades humanas: la política, el trabajo, el arte, el deporte, donde sea o fuese que el hombre se asocie y conviva. Las virtudes tampoco tienen sentido para el ermitaño o anacoreta que vive alejado del mundo, en medio de la naturaleza y su reglas. Ahora ¿Cuál es el mensaje especial o particular que aporta el deporte, y que impulsa al Papa a destacarlo? Muy simple. En el deporte se necesita desesperadamente del adversario. Sin el adversario nada tiene sentido, ni siquiera importancia, ni trascendencia. Debemos cuidar al adversario y ceñirnos no solo a reglas, si no a principios éticos y morales para mantenerlo frente a nosotros. Sin sacar a relucir nuestras virtudes no podemos cohesionar esa sociedad que debe tener más de una parte, y donde el “adversario” es igual o más importante que yo mismo. Es esa la razón por la cual se visualiza en el “Mundo Deporte” muchas de estas virtudes expuestas ya hace tres mil años, aunque las anti-virtudes están allí presentes inundando de corrupción también esta sociedad diseñada idealmente por Pierre de Coubertin y otros pensadores previos y posteriores. En la política una facción puede suprimir, anular y disciplinar a las mayorías. No necesita de una contraparte. Aplasta a todos y mantiene el “juego político” vivo. Fascismos, populismos y otros engendros plagan de ejemplos la historia humana reciente. Imagínense un fin de semana cualquiera, cuando recibimos la visita de un equipo en nuestro club o simplemente en la canchita del barrio, y antes que entren a jugar los encerramos con llave en el vestuario así no llegan a la cancha y los vencemos por ausencia. Además de demencial sería un auto atentado: lo que queremos es jugar, probarnos, superarnos y vencer si se puede, pero de no hacerlo queremos tener una próxima oportunidad y necesitamos de este u otro adversario. Pese a todo lo malo y conocido que nos expone el deporte profesional permanentemente (dopaje, sobornos, trampas, etc.), las virtudes cardinales siguen residiendo en el alma misma del deporte moderno. Está más que claro que no son patrimonios de algunos deportes si y de otros no, aunque hay quienes pretender ser los depositarios privilegiados. Eso se llama vanidad, y está en la orilla opuesta de la virtud. Los valores humanos están en todas partes, pero es en el deporte donde brillan con más fulgor. Eso lo ve Francisco, un promotor del deporte desde siempre, y todos quienes vivimos apasionados dentro de su vorágine, desde hace décadas y mientras merodeemos por esta Tierra. “El día en que un deportista deje de pensar en primer lugar a la felicidad que su esfuerzo le procura y a la embriaguez del equilibrio entre potencia y físico que de ello nace, el día en que deje que las consideraciones sobre la vanidad o sobre el interés prevalezcan, ese día nuestros ideales morirán.” Barón Pierre de Coubertín (Recreador del Olimpismo)
Fuente: LUIS FEDERICO SOLE MASES
20 abril de 2016