Investigación: Luis Solé Mases
José Gasc de Vinsac es un personaje digno de ser conocido. Las sociedades se van formateando alrededor de sus miembros notables y más populares, a quienes muchos quieren emular. El rol de las estrellas deportivas ha sido siempre saliente, y en décadas pasadas cuando esas estrellas se autoimponían ser ejemplares y consecuentes en su conducta, su presencia tenía aún mucho más peso específico y proyección en el tiempo.
Uno de ellos era Jose í, como lo conocían en Posadas, aunque en su larga carrera fue también apodado “Torito”, “Gascón” (por su apellido Vasco) o simplemente “misionero”. Caminemos un rato en reversa, por el túnel del tiempo, tratando de conocer a este personaje de sonrisa gardeliana. Esta es la comprimida historia de quien fue uno de los primeros, si no el primer, atleta profesional de Misiones.
En Cerro Porteño no solo ganó campeonatos, sino que fue goleador de la Liga. En 1941 Unión de Santa Fé compra su pase por 38 mil pesos ( 150 mil dólares aproximadamente) y marcha a jugar en el ascenso Argentino, con una institución que apostaba a llegar alto.
En Unión tiene dos temporadas excepcionales y San Lorenzo de Almagro lo compra por 50 mil pesos (220 mil dólares aproximadamente) y la sesión del jugador delantero Gabino Ballesteros. Una transferencia record para ese momento, para una estrella que no paraba de crecer. El jugador no percibió un centavo del trato entre instituciones. Era el año 1943 y Jose í, ahora llamado “Gascón” encuentra un lugar en la primera de San Lorenzo, cuando ocurre un hecho sorprendente. Gasc de Vinsac había desplazado del equipo al delantero titular Lángara y comenzaron los problemas. La colectividad Vasca era la principal aportante al Club de Boedo y luego de un partido generaron destrozos en la sede, exigiendo el regreso del vasco Langara a la titularidad. El conflicto creció a tal escala que esa misma semana San Lorenzo decidió dar a nuestro artillero en préstamo a Santos de Brasil o a Santiago Morning de Chile. Jose í optó por Chile, ya que ignoraba el portugués y al Domingo siguiente ya debutaba tras la cordillera.
Pero en Chile los comienzos serían conflictivos. Al desplazar a la estrella local de la titularidad, los compañeros decidieron boicotear al Argentino recién llegado. Fue tan notorio el desprecio, que la directiva del Club multó y suspendió a dos jugadores “por no colaborar” con nuestra figura, que ahora era apodado “torito” Gasc de Vinsac. En Chile siguieron los goles, los títulos y San Lorenzo intentó repatriarlo, pero ofendido el Misionero nunca aceptó, aunque desde todo punto de vista la oferta era la mejor de América. Fueron tres años excepcionales en Chile, pero para 1946 recibe una curiosa propuesta de Cerro Porteño: regresar como jugador y a la vez como técnico del “ciclón de barrio obrero”.
Una situación poco conocida es que el Cerro Porteño a inicios de 1945 (nota del 24 de Enero) lo designó también “encargado de los equipos de basketball del club”(sic). Esto muestra que Jose í, al igual que varios deportistas de la época en Posadas, se había desarrollado en más de una disciplina. Ese pasaje por el Básquetbol podría explicar su inusual capacidad de salto, que tantos observadores de la época comentaron sorprendidos.
Ya su prestigio personal lo antecedía. No solo brilló como jugador, si no que obtuvo campeonatos con Cerro Porteño. Incluso se nacionalizó y jugó con la Selección Paraguaya algunos encuentros.
Conoció en Asunción a Ana Julia Bernal, el amor de su vida, se casó y compartieron la vida por 40 años. Luego nacería su única hija Julia Esther “juli” (quien aportó mucho a esta biografía).
Pronto comenzó a organizar el regreso a su Posadas natal. En esa época los jugadores no participaban en porcentajes de sus transferencias, así que no había reunido gran cantidad de dinero, pero si lo necesario para comenzar una vida modesta entre sus familiares y amigos.
Para 1949 ya volvía a jugar en Atlético Posadas y obtenía un nuevo título local. No se había vuelto solo al pago, Eugenio Fernández, una joven promesa Paraguaya también vino desde Cerro Porteño para reforzar Atlético un año, para después ser recomendado por Jose í a Estudiantes de la Plata.
Pasadas varias temporadas colgó los botines, los que ahora si le cabían cómodos, y no como veinte años atrás cuando la aventura arrancó.
El hombre, el ciudadano, el ejemplo
Jose í en su solitario periplo de 15 años por varios países tuvo la experiencia humana de ser un ídolo deportivo. Eso lo llevó a codearse no solo con periodistas, dirigentes y demás miembros de la colectividad, si no que pudo relacionarse con múltiples e importantes personalidades. Comprendió que la cultura era la llave maestra para corresponder a los niveles más altos de la sociedad y en consecuencia se transformó en un autodidacta de elaborada educación. Además de cuidar su rendimiento atlético adquirió como hábito la lectura y fue un atento observador de las relaciones humanas. Eso quedó luego impreso en cada reportaje, donde los cronistas se deshacían en elogios por su mesura, elocuencia y permanente rol de educador.
Comenzó a trabajar en la Delegación Nacional de Salud Pública y su rol de coordinación le impuso lidiar con la acción social y las permanentes emergencias. La gente depositaba absolutamente la confianza en su compromiso por el prójimo.
Pero Jose í entendía que el deporte de Posadas le había dado mucho e intentó retribuirlo. Dirigió a Clubes como Independiente, Atlético Posadas, Guaraní AF y a la Selección Posadeña, renunciando a cobrar sueldo o premio alguno. Expresamente recalcaba que era un aporte al crecimiento del deporte. En todos obtuvo éxitos deportivos memorables. Nadie en la ciudad para el momento había logrado niveles tan altos de maestría y volvía para ofrecerlos generosamente. Ese gesto agigantó su imagen pública, y nunca intentó canjear su valía por prebendas y ventajas personales.
En el famoso año 1964 dirigió la Selección Misionera en los importantes Campeonatos Argentinos, que significaban la vidriera de los futuros profesionales del futbol. Misiones fue groseramente estafado por los árbitros, frente a Salta, cuando tan solo con un empate debió llegar a la final y desalojarlo a Córdoba de la misma. De la frustración deportiva nació el conocimiento para nuestros jugadores de cómo se vivía y se entrenaba en el profesionalismo. La mayoría de ellos (entre tantos, Federico Hoster), tuvieron una carrera en el profesionalismo.
No se cansó de enviar jugadores a los clubes de Buenos Aires, Chile y Asunción. Con su elaborada caligrafía se dirigía ofreciendo a nuestros jóvenes, destacando sus virtudes deportivas y humanas. Su palabra tenía el peso de su reputación. Sus contemporáneos lo homenajearon y reconocieron repetidamente y los Posadeños no dejaban de congregarse a su alrededor, cada vez que la ocasión lo permitía.
Luego de completar más de medio siglo en la canchas todos los días de la semana, primero jugando y luego dirigiendo, decidió retirarse sin ruido ni despedidas. Simplemente un día los aficionados comenzaron a preguntarse: “¿Adonde está Jose í”?.
Un día como hoy, 16 de Junio de 1991, a los 74 años culminó su aporte a esta sociedad. Hoy hace 25 años de ese momento y como mínimo reconocimiento vuelvo a presentar su figura de maestro y pionero, a las nuevas generaciones, que de seguro muchos pocos lo escucharon nombrar.
Jose í Gasc de Vinsac, un atleta, un ciudadano ejemplar, alguien demasiado querido por el Pueblo. Un hombre que tiene mucho que ver con lo bueno que tiene nuestra Ciudad.
http://misionescuatro.com/deportes/jose-gasc-vinsac-25-anos-la-partida-hombre-ejemplar/
El deportista José nació el 1° de Enero de 1917 y vivía en el barrio Tiro Federal. Comentan cronistas de la época, que su documento señala el año 19 como el de su nacimiento, pero al parecer era una treta común de la época el sacarse un par de años de edad y poder mantenerse en las categorías menores. Su Padre era Francisco Gasc de Vinsac y su madre Irene Enriquez. Realizó la escuela primaria en un establecimiento del barrio, que ya no existe y por su carrera deportiva no completó el secundario en Posadas, cursándolo ya adulto en Santiago de Chile, donde también obtuvo una tecnicatura en mecánica dental. Obviamente vivía, crecía y soñaba alrededor de una pelota, en la Posadas que intentaba dejar de ser una aldea. El club más cercano a su casa era Deportivo Colombo, el precursor de Guaraní Antonio Franco, y fue allí donde comenzó a deslumbrar temprano por su intensidad, valentía y puntería para el gol. A los 17 años pasó a Atlético Posadas, junto a su hermano Armando. Ese año de 1934 comenzaron a suceder las cosas velozmente. Antes de debutar en primera jugó en la Selección de Posadas de la mano de Cayetano Castelli, el inolvidable mecenas, dirigente deportivo y político, fundador del Jorge Gibson Brown y ex intendente de Posadas, entre otras tantas distinciones. Debutó en la Primera local frente al desaparecido Club Peñarol de Posadas, ganando 1 a 0. La fama de Joseí crecía. En algunos encuentros logró meter hasta siete goles, como frente a Huracán, y fue allí que por gestiones del señor Rivero Hornos llegaron a verlo desde Buenos Aires. El partido fue ante el Club 2 de Febrero de Candelaria y ocurrió un hecho curioso. El par de botines maltrataba los pies de Jose í y no podía moverse. En medio del partido decide continúar corriendo en medias y es allí donde deslumbra a su reclutador, por su agilidad, velocidad y potencia. Cuando el árbitro lo advirtió lo obligó a calzarse, pero la suerte estaba echada: el Club Estudiantes de la Plata lo reclutó, como fichaje juvenil, era finales del año 35. Se marchó a la ciudad de las diagonales, se adapto un año en la “cuarta especial” y debutó en primera frente a Ferrocarril Oeste, con un empate 1 a 1, en 1937, pero pocos meses más tarde decidieron no hacerle contrato profesional y retornó a Posadas casi resignado a continuar su vida acá. Durante 1938 jugó para Guaraní Antonio Franco, y si bien tuvo numerosas ofertas contractuales se decidió por ir a Asunción, ya que Cerro Porteño fue el mejor postor. – Vía MisionesCuatro.com