Por: José Luis Ponsico (*)
Recordando al querido «Negro» Abel Alberto Pacheco, patriarca del fútbol marplatense los´ 50 y´80 Armando Raúl Fuselli, 74 años, ex lateral derecho de la Tercera de Peñarol -ganó un título en el 64- presentó en la sede del Atlético Mar del Plata –el pasado viernes 22 de octubre– su nuevo libro: «Y dale Rojo, dale». Testimonio imperdible. Un tiempo que no volverá.
El entrañable «Negro» Fuselli, para toda su generación de colegas en el periodismo deportivo, virtual «obrero» de las letras en relación a la historia, ya le dió vida a «Cien años del fútbol marplatense», un texto imprescindible para los que cultivan la pasión, publicado en 2007. A esa obra hubo historias de clubes: El Cañón, Once Unidos, San Lorenzo, Deportivo Norte.
En su archivo, un museo futbolero, coqueto departamento -conservado por su esposa Marta Cepeda, compañera del autor desde 1970- situado en edificio de Av. Independencia casi 11 de Setiembre, cerca de La Perla «-«el mar lo tengo a dos cuadras», dice siempre- Fuselli investiga, lee, trabaja, cultiva flores de un jardín inagotable de silenciosa sabiduría.
En el acontecimiento estuvieron además de su familia -Esteban Fuselli, su hijo y co equiper- los colegas de su tiempo, desde Mario Trucco, «prócer» del periodismo, junto a Juan Carlos Morales, otro de los puntales del periodismo nacional. Una legión de ex futbolistas de todos los tiempos y hasta los compañeros de Armando del colegio secundario, Nacional de Comercio.
Quizá en la representación de la camada, José Alberto Fernández, el referente del grupo de egresados de la Promoción ´65 y ex presidente del Club Peñarol hace dos décadas, adelantó una reflexión: «El Negro Fuselli quizá haya sido el mejor de todos nosotros. Una generación que dió profesionales y personas que hicieron escuela de la vida en Mar del Plata», dijo.
El libro contiene una dedicatoria al autor de éstas líneas -a la distancia, lamentando no estar presente- puño y letra, el amigo de la vida, escribió: «Para mí hermano (no biológico) ésta historia que vivimos», expresando profundo sentimiento.
El suscripto un año antes había construído un pequeño prólogo a pedido del compañero del secundario y aventuras futboleras.
Con Fuselli el periodismo deportivo atrapó a dos adolescentes egresados del Colegio Nacional de Comercio, ya en agosto del ´66. Una prueba a uno de ellos y el pedido del jefe de Redacción de Deportes, inolvidable Raúl Ramírez. «Bueno, si escribe como usted, tráigalo», pontificó. Ambos resultaron «colaboradores». No existían Escuelas de Periodismo.
Ambos con 19 años de edad iniciaron un largo camino haciendo cobertura en Cancha de Once Unidos, un mítico partido de Primera B entre Deportivo Norte y San Isidro. De magro cero a cero y apenas cien personas en las tribunas. Un viaje lleno de ilusiones en la Compañía de Ómnibus urbana, la «9 de Julio», color amarillo subido.
Armando vivía con sus padres frente a la Plaza Mitre y había jugado en la Tercera de Peñarol hasta un año antes. El amigo en una categoría inferior, la Cuarta de Florida en el 64. Curiosamente, en el club donde creció Germán Burgos, arquero de Ferro, River, la selección nacional y Atlético Madrid, en la Reserva jugaba Vicente «Cholo» Ciano. El periodismo hizo el resto.
Largas charlas de futboleros vocacionales animaron la etapa inolvidable de la mejor amistad: la de la adolescencia cuando en la Mar del Plata de los 60 se aprendía a vivir. Trabajando en distintos lugares, de pronto Armando empleado de Casinos y su amigo en Tribunales. No obstante, el periodismo se quedaba con el mejor tiempo de ambos.
Yendo al libro. Unas 150 páginas, fotografías de equipos inolvidables. Desde los tiempos de Carlos «Chueco» Varela y el «Polo» Hipólito Acosta, padre de Clotilde Acosta, desde los 60 «Nacha» Guevara, del ritual de la gambeta y el arte como dos atacantes memorables. «El Chueco llegó a Boca y estuvo tapado por Severino Varela, la boina fantasma», evocó el autor.
Imposible no detenerse en el gran seleccionado de fines de los 50: Oscar Flores, Oscar Salazar, Oscar González, Wálter Garcerón, Abel Pacheco, José Luis Carruthers, Bautista «Pocho» Pereyra, 19 años, Marcelino Cornejo, Cándido González
Alberto «Piraña» García y «Piojo» Lobianco, junto al zurdo Ponti de Talleres del Puerto.
También estaban Horacio Pirosanto, Wálter Della Torre y Eugenio Sulpizio, tres baluartes de River campeón entre 1952 y 1955. El resto base de Quilmes, la «Araña» Agüero, Cornejo, Cándido y el «Pato» Aguirre fracturado por el brasileño «Sabará» de Vasco da Gama en la cancha de Quilmes, vieja. De Av. Colón y Marconi. Verano del 59.
Llegando al seleccionado campeón del´ 70, al que Fuselli retrató como «de la gloria eterna». Allí, Jorge el «Gordo» Videla, «Flaco» Soler, «Turco» Amán, «Bicho» Osvaldo Mosconi, Carlos Rulo Moreno, Vicente Chiquito Miccio, Alberto Gómez, el «Negro» Juan Domingo Loyola, Gustavo Ripke, Roberto «Botellón» Parodi y Carlitos Miori, zurda de «latigazo» invariable.
Las pinturas de Armando no sólo se circunscriben a la redonda, sus protagonistas, las tribunas, los recuerdos de aquéllos equipo que llegaban desde Buenos Aires para enfrentar al bravo seleccionado marplatense. La noche de Quilmes, el viejo estadio y la inauguración de la iluminación. Cuando Cándido González, con 33 años, de vuelta, sometió a Amadeo Carrizo.
River llegaba como antes en tiempos de Ángel Labruna, Enrique Omar Sívori, Néstor Rossi, Alfredo Pérez, Federico Vairo y Norberto Menéndez «con todas las de ganar». La mayoría de ellos ya no estaba. En sus lugares el peruano Oscar Gómez Sánchez, algunas promesas, Juan Carlos Malazzo, Juan Carlos Valentino y el «millonario» cayó en Mar del Plata.
Amadeo luego supo de la riqueza técnica del célebre goleador Cándido González, excedido de peso, cuando le contaron que en el 53 había brillado en Tigre, campeón, gran campaña de la Primera B. convirtió 35 goles. «Sin patear penales», acotó su sobrino, Luis «Merengue» García, 2008, cuando evocaba al gran «tío Cándido». De notable pegada.
Aquella Promoción´65, del secundario, nos brindó al mejor futbolista. El que llegó más lejos: el propio «Merengue» García, Bánfield, Aldosivi, Kimberley. Torneos Nacionales, 1968-78. Luego DT exitoso en el club «Verdiblanco» y también San José. Admirador de Cándido González, al que visitaba en Buenos Aires cuando en el 65, el «9» dirigía Tigre en la B.
Un capítulo aparte, con foto que ilustra su regreso a la selección marplatense, para «Pierino» Herminio Antonio González, el prestidigitador del futbol marplatense que hizo las delicias del público boquense en los 50. Capaz de levantarla con los tacos y hacerse el auto pase, dejando al rival, en ridículo, en el camino.
Así, lo recordó hace dos décadas el notable Silvio Marzolini. «Mí primer ídolo llevado por mi padre y hermano mayor a «La Bombonera», 1951, el marplatense «Pierino» González. Deslumbraba su habilidad. En mí primer partido, tenía 11 años, quedé impactado. Boca venció a Huracán 3 a 1 y «Pierino» hizo maravillas. Lo sufrió «Cacho» Filgueiras», ponderó Silvio.
El repaso sería injusto si no se menciona a otros grandes equipos: desde Ángel Tazza y José María Minella. Éste «5» histórico de Gimnasia y Esgrima La Plata, 1933, el «Expreso del Bosque», gran campaña; el eje de River, 1935, 36, el bicampeonato ganador por el millonario. En Lima´35, «Pepe» Minella capitán de la selección. Como en el «Lobo» y River.
No dejar de lado los 40, con «Gatillo» Sasiain, «Pichi» Fullaondo, Isidro Bonastre, ex sub oficial del Ejército, ídolo del padre de Armando Fuselli en Atlético Mar del Plata, albores de los 50. Jugador lujoso. Un dream team con otros recordados el «Nene» Hernando, el habilidoso Ochoa, el «Paisano» Luque, entre otros. Otra cita: el nolvidable «Sapo» Julio Mieres.
También Jorge Blanch y Bernabé Laffont. Con ellos, Irnaldo Gáspari, luego «Cachuzo» Gáspari, padre de Jorge, héroe en Quilmes Athletic Club campeón Metroplitano´78, ambos con Titiao» Lemmi, Bernardo Palacios y Venero Sosa. Camada previa a otros notables Roberto «Turco» Saba, Luis Raúl «Zurdo» Cardoso, luciendo su técnica como «central», el cañonero Alberto Piovano.
Pero Fuselli no sólo se dedica a la historia futbolera. Hace mucho que tributa a la novela. También al cuento. Admirador de Eduardo Sacheri, entre grandes de la literatura costumbrista, el «Negro» nuestro, cultiva el cuento, ganando premios en una
«cuerda» literaria, poco conocida.
Las medallas de Fuselli, de todas maneras, son invisibles a su fama de trabajador incansable de todo lo apuntado. Se trata de sus hijos, Paula, Mariela, Esteban; sus nietos irlandeses -Paula vive en Irlanda hace algo más de 15 años- Marco, Adrián y
Amelia. Lo mismo otra Valentina, nacida en Gral. Roca. Nuestra Patagonia. La legión familiar es tarea de Marta, su esposa.
El final es conocido: Querido Negro, tu corazón futbolero, la vena de la amistad inconmensurable, vive latente en el amor de todo el universo que te conoce y aprecia desde los tiempos de pibe en Peñarol, con la barra, Sonzini, «Vasco» Arruabarrena
-sin parentesco con el de Boca- el zurdo Romero, los hermanos Dalmasso y hasta el mítico DT. Apellidado Sereno.
Todo es historia, diría Félix Luna. Fuselli estará siempre en el corazón de los suyos.
(*) Columnista de La Señal Medios, Libre Expresión, Mundo Amateur y La City.com.ar