En pocos días más comenzará en Buenos Aires la 125ª asamblea general del Comité Olímpico Internacional (COI). La organización del evento es de suma importancia para el olimpismo argentino ya que el país ha aspirado a ocupar un papel destacado en el COI desde poco tiempo después de que Pierre de Coubertin lo fundara en 1894. Ya en 1909 Joaquín V. González anhelaba una Buenos Aires olímpica. Desde entonces, ese anhelo sería compartido por numerosos dirigentes políticos y deportivos, y derivaría en varias postulaciones olímpicas. Nunca estuvo más cerca de cumplirse que en 1949, cuando Buenos Aires perdió por un voto ante Melbourne la elección para organizar los Juegos Olímpicos de 1956. En 1949, Buenos Aires también se postuló infructuosamente para organizar la asamblea general del COI de 1951.
Las aspiraciones olímpicas argentinas tomaron un renovado impulso con la elección de Gerardo Werthein como presidente del Comité Olímpico Argentino (COA) en mayo de 2009. Menos de un año después, el COI designó a Buenos Aires como sede de su 125ª asamblea general. En agosto de 2011, Werthein, quien el mes anterior había sido elegido miembro del COI, anunció junto al jefe de Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires que ésta se postularía para organizar los Juegos Olímpicos de la Juventud (JOJ) 2018. Dos meses atrás el COI informó que la candidatura de Buenos Aires era la ganadora.
Más allá de alguna declaración controvertida, como la reciente en la que afirmó que la organización de la 125ª asamblea general del COI en Buenos Aires “forma parte del plan de reinserción internacional de la Argentina”, es indudable que Werthein ha dinamizado e impelido internacionalmente al olimpismo nacional. No sería de extrañar que en el futuro, el COI lo eligiese como el primer argentino en formar parte de su comisión ejecutiva.
El futuro presidente del COI deberá lidiar con varios temas fragosos. Quizás uno de los más apremiantes sea el de los derechos humanos. No son nuevas las acusaciones de que, poniéndolo en términos apacibles, el COI no enfatiza adecuadamente que las ciudades sedes de los Juegos Olímpicos y sus países respeten los derechos humanos. (Piénsese, por ejemplo, en los Juegos Olímpicos de 1936 celebrados en Berlín durante el nazismo.) Sin ir más lejos, la organización Human Rights Watch ha documentado y denunciado violaciones a los derechos humanos antes, durante y después de los Juegos Olímpicos de Pekín 2008 y en la fase preparatoria de los Juegos Olímpicos de Invierno a realizarse en Sochi, Rusia, el año próximo. Estas violaciones incluían abuso de trabajadores migrantes, desalojos forzados sin compensación e intimidación a activistas y periodistas, entre otras. Como es sabido, Rusia ha aprobado recientemente leyes homofóbicas, lo cual ha generado una ola de reprobación a nivel internacional. Incluso algunas voces han llamado a un boicot, aunque la propuesta no tiene consenso.
El punto central es que al elegir ciudades en países con regímenes políticos represivos o al no demandar reformas una vez que esas ciudades han comenzado el proceso de preparación para albergar los Juegos Olímpicos, el COI contradice su ideario. La Carta Olímpica especifica que el objetivo del olimpismo es “favorecer el establecimiento de una sociedad pacífica y comprometida con el mantenimiento de la dignidad humana”. Por otro lado, rechaza “cualquier forma de discriminación”. Asimismo, establece que el COI debe adoptar “todas las medidas necesarias para garantizar a los Juegos Olímpicos la cobertura más completa por los distintos medios de comunicación y de información”. Lo que se demanda es que el futuro presidente del COI cumpla con el mandato de la Carta Olímpica y lidere los esfuerzos para que los Juegos Olímpicos sean un espacio que respete y promueva los derechos humanos.
En este sentido, los JOJ 2018 que se organizarán en Buenos Aires presentan una excelente oportunidad para que Werthein y el COA lideren un proceso de reforma que resalte la centralidad que los derechos humanos deberían tener en las prácticas del movimiento olímpico. De esta manera, los organizadores de los JOJ 2018 deberían no sólo respetar los derechos humanos, sino también podrían articular, asociar y promover el evento como los Juegos de los derechos humanos. Esto parece íntimamente ligado con la función educativa, social y cultural que la candidatura de Buenos Aires enfatizó durante su campaña. Argentina, con su prestigiosa tradición en defensa de los derechos humanos, la cual es reconocida y elogiada internacionalmente, es un anfitrión ideal para un esfuerzo olímpico juvenil centrado en los mismos.
Los JOJ 2018 también deberían erigirse, como ya hemos dicho, en un evento que funcione como catalizador de una política deportiva que provea a toda la juventud porteña, y por qué no del país entero, de oportunidades para la práctica deportiva sistemática en un ambiente seguro y saludable, y bajo la guía de personal capacitado. Valga recordar que según la Carta Olímpica, “la práctica deportiva es un derecho humano”. Unos JOJ 2018 que giren en torno de los derechos humanos serían ejemplares y continuarían el renovado impulso del olimpismo argentino.
* Doctor en filosofía e historia del deporte. Docente en la Universidad del estado de Nueva York (Brockport).
Fuente: Página 12 – EFE
3 setiembre 2013
http://www.pagina12.com.ar/diario/deportes/8-228171-2013-09-03.html