Por Rodolfo Parody
Una veintena de chicos corren detrás de la pelota en la cálida mañana sabatina. Medio siglo atrás, otros cientos de pies se movían por allí, bailando o siguiendo el compás de una canción de Leonardo Favio o de algún otro intérprete popular de la década del 60’. Los carnavales que se hacían allí, entre los más populares de Rosario por aquellos años, son un grato recuerdo. El club Onkel es pasado, pero también presente. Hoy, el presidente de la institución de la zona sur, José Luis Mature, el tesorero Oscar Fabani y el secretario Cristian Severini lo mantienen de pie, con las mismas dificultades que atraviesa cualquier club humilde de barrio.
Por un rato, Mature, que a la vez de presidente es entrenador de fútbol del club, deja que los
chicos sigan practicando con un colaborador y revive la historia del club ubicado en Ovidio Lagos al 5700, esa que conoció bien desde adentro. Es que su padre fue presidente y él se crió allí desde niño.
“Según me contó mi viejo, el nombre del club se debe al café Onkel. Conforti, uno de los cabecillas en la conformación del club, tenía contactos con Onkel y la empresa les regaló el juego de camisetas para el equipo de fútbol. Lo que nunca me dijo fue por qué los colores son blanco y negro. Es una intriga, porque nadie lo sabe.”, cuenta Mature, que a medida que repasa cada acontecimiento lo revive como si sucedieran hoy mismo.
“Todos esos viejos, como Conforti y Novoa, laburaron un montón por el club. Esto se levantó todo a pulmón. Ellos mismos venían a levantar las paredes. Salían de laburar, se juntaban acá y empezaban a edificar, como cualquier otro club de barrio. Hoy no tenés ese tiempo”, dice el
presidente, mientras señala con nostalgia las fotos en blanco y negro que aparecen colgadas
en una de las paredes del bufé, cuya entrada es el acceso principal del club, sobre la calle
Cazadores 2752, en el barrio Mercedes de San Martín. Otro de los que Mature destaca es a un
ex presidente, Tito Bota.
A los pioneros del club los describió afectuosamente como “viejos”, porque esa es la imagen directa que tuvo de ellos. Pero desde mucho antes que fueran “viejos”, soñaron y trabajaron por el club. “Los fundadores tenían entre 17 y 20 años. Se juntaron en una casa y se les ocurrió la idea del club. Les prestaron un terreno por Ovidio Lagos y en ese lugar pusieron un yate para que funcione como secretaría. Después compraron el terreno en el que se encuentra el club actualmente a través de un crédito del Banco Hipotecario”, cuenta.
El club, la vida misma
“Muchos me preguntar por qué quiero tanto a Onkel. Yo me crié acá, mi viejo fue uno de los fundadores, toda mi familia es del barrio. Al club veníamos de lunes a lunes, a jugar al metegol, ping pong, billar o al honguito. Otros, al truco o al chinchón. A los 6 o 7 años jugaba acá al fútbol y no sabés los torneos de baby que se hacían, la cantidad de gente que venía. Mi señora me pregunta, ¿qué te da el club?. Me da alegría y emoción tener a 50 pibes jugando al fútbol acá adentro. Yo los dirijo desde hace 3 años.
No soy ni técnico ni nada, pero jugué toda la vida al fútbol y me gusta estar con ellos”, dice Mature. A la charla se suma Fabani, después de hacerse un tiempo entre sus actividades laborales. Ellos dos, lo mismo que Severini, que aparece al final de la nota, gambetean entre las obligaciones particulares y las necesidades que atañen al club. “Termino de trabajar, me baño y me vengo al club. Mi señora me dice, para qué vas a ir. Sabés lo que pasa, es que acá me olvido de mis problemas y los del trabajo”, explica el tesorero.
El tercer Carnaval rosarino más convocante
Los bailes y los carnavales distinguieron a Onkel, según cuentan sus directivos. “Acá había un
escenario y un salón para 600 personas, con pista, mesas y banquitos. Los bailes de fines de los 50’ y principios de los 60’ eran impresionantes. Venían unas 700 personas. En un año, no recuerdo si en el 63’ o en el 64’, Onkel salió tercero en cuanto a cantidad de gente que reunía en los carnavales, detrás de Central y Gimnasia”, señala Mature.
“A Onkel venían muchos artistas de Buenos Aires. Menos Palito Ortega, estuvieron todos los que cantaban en El Club del Clan (popular programa de TV de la década del 60’). Por el club pasaron Violeta Rivas, Néstor Fabián, Leonardo Favio, José Marrone, Leo Dan, los Wawanco, Cuarteto Imperial, Los Bombos Tehuelches y Bárbara y Dick. Nosotros eramos pibes y nos hacían acomodar los banquitos. Después nos pagaban con un pancho y la Coca Cola”, agrega.
“El Toto Balaguer era el que organizaba los bailes y traía a los artistas. En ese tiempo se cobraba por el uso de la mesa. Teníamos un mapa de la pista con la ubicación de cada mesa. Hay gente que ya la tenía alquilada de manera fija”, cuenta Fabani.
Los directivos explican que el club no era un sitio de paso o para practicar solamente un deporte, sino un lugar de convivencia y confraternidad. “Los domingos no podías entrar al club de la cantidad de gente que había. Se juntaban al medio día y hacían la previa para después ir a la cancha o al hipódromo. Y a la tardecita estaban otra vez acá”, relata Mature.
Nadie quedaba al margen de cualquier actividad que organizara Onkel y así es que Fabani y otros, siendo pibes, trabajaban de mozos, como sucedía en los festejos de los aniversarios del club, cuya fecha de fundación es el 19 de agosto de 1935.
“Los aniversarios de los clubes se festejaban los domingos al mediodía, con asado y frutas de postre. Todos los pibes trabajábamos de mozo. La particularidad era que se colgaban mil globos. Y había premios que donaban los comerciantes del barrio”, recuerda Fabani.
Una “obra faraónica”
El club tuvo su retroceso, como muchos otros, aunque en el caso particular de Onkel, hubo un hecho que lo marcó. En 1972 se vendió un sector del terreno que ocupaba a una fábrica, decisión que Fabani definió como “una gran macana, pero no con mala intención”.
Con el dinero de la venta, se pensaba mejorar la infraestructura. Pero lo recibido no alcanzó y a partir de ese mal negocio se produjo una deserción de socios. “La obra eran dos pisos, con un piso intermedio para la secretaría, y un ascensor vidriado. Era una obra faraónica, pero para un lugar como Mitre y Córdoba, no para este barrio. Y encima estamos hablando de la década del 70’, comenta Fabani.
La obra quedó sin terminar, aunque sí se finalizó el salón de fiesta que se encuentra en la planta baja, que se alquila y en el que aún cuelgan globos de un reciente festejo de cumpleaños.
Seis meses sin agua
Una manguera sale desde ese salón de fiesta, cuya puerta de entrada da sobre Ovidio Lagos, para proveer de agua al resto del club. “Desde hace seis meses que no tenemos agua. Pagamos las facturas, pero no sabemos cuál es el problema. Y no es nuestro sólo sino también lo sufren otras casas del barrio”, señala Mature, que volvió al club hace seis años después de una década de ausencia. “Es que cuando mi viejo falleció, no podía entrar. Encima a un mes de su muerte, falleció un amigo de acá mismo. Pero me vinieron a buscar y empecé a meter el lomo para levantar al club”, dice.
“Entre menores, juveniles y los que practican deportes tenemos entre 150 y 180 socios. Y mayores son unos 100. ¿Sabés cuánto paga un pibe? Seis pesos. Y un mayor, doce”, dice Mature. “Hoy en día la gente no quiere pagar”, dice.
Con taekwondistas mundiales
El taekwondo es una de las actividades de la que se enorgullecen. Carlos Bustos, el entrenador, fue al Mundial de Bulgaria en 2013. Fabani remarca que. “amén de los logros deportivos, es un pibe intachable. Vive adentro del club. Con él, los chicos fueron desde Tierra del Fuego a Jujuy. Y este año, Máximo Agüero (uno de sus alumnos) clasificó al Mundial juvenil de Tayikistán. A él le facilitamos el club para que haga una peña”, para recaudar dinero para que pueda viajar.
Entre otras actividades que se brindan en el club, Fabani enumera la “escuelita de fútbol, danza, y el vóley y la gimnasia para la tercera edad que da la Municipalidad. Ahora, a pedido, se empezó con el fútbol femenino. No queremos incorporar más porque no daríamos a vasto”.
Fabani cuenta que recibieron un subsidio y con parte del mismo se construyó “un baño para
discapacitados”.
Atendiendo a los requerimientos del barrio, Mature comenta que el club se presta a “escuelas y
jardines para hacer sus fiestitas. La escuela Echeverría viene a dar acá gimnasia”.
La charla termina, pero ellos siguen allí, pensando en cómo mantener vivo al club, con el mismo espíritu de los “viejos” fundadores.
Fuente: AREDA
10 abril de 2014
http://www.aredaclubes.org.ar/nota-onkel.htm