Breve cierre de Toronto 2015: Terminó la fiesta; vienen tiempos de reflexión — Por Claudio Federovsky

Jul 30, 2015 | Política deportiva

 

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La cancha de beach voley, donde Ana Gallay y Georgina Klug alcanzaron un insospechado oro, ya no está. Fue desarmada. Lo mismo puede decirse de los trazados acondicionados para competencias como triatlon, ciclismo de ruta, patín carrera o el maratón. Los claustros que cedieron sus instalaciones deportivas para las pruebas de atletismo, tenis, hockey sobre césped, natación o básquetbol (Universidad de Toronto, Universidad de York, Ryerson University) guardarán imágenes, momentos, risas y llantos, de aquí y allá que, ahora nomás, en septiembre, con la vuelta a clase, serán historia.
Toronto 2015 ha llegado a su fin. Amigos, vamos bajando la cuesta que -como diría Serrat- arriba en mi calle (Yonge, Bay, Front, Dundas…) se acabó la fiesta.

Una gran fiesta; fiesta en el arranque, con la gran puesta en escena del Cirque du Soleil; fiesta en el cierre, con la emoción de la despedida y la promesa del reencuentro en Lima 2019, y fiesta en el durante, con una gran justa deportiva que arrojó cantidades de hechos, acontecimientos, nombres y marcas para el análisis.
Cuando, con el tiempo, recordemos estos Panamericanos, muy probablemente hagamos caso al deseo que expresó el alcalde dueño de de casa, John Tory: «Me gustaría que nos recuerden por nuestra humanidad», sentenció. Y, la verdad, es que la amabilidad y la predisposición para servir al visitante expuesta por cada uno de los toronteses cruzados en el camino, permite decir que, en efecto, este fue un valor muy destacado de esta cita. Al que hay que sumarle el respaldo del ciudadano común que, lógicamente, siguió en gran número a los distintos representantes del deporte canadiense, pero que también se hizo presente para ver una lucha de un cubano con un brasileño, o un partido de racquetball de una mexicana con una ecuatoriana. Sienten el deporte, lo disfrutan y acompañan.


En términos de organización, en un rápido y sintético elogio, cabe decir que la misma estuvo mucho más cerca de parecerse a lo que habitualmente vemos en los Juegos Olímpicos que a otras manifestaciones panamericanas con las uno puede comparar. Todo funcionó como correspondía, cuándo correspondía y dónde correspondía aunque, por supuesto, se pueden encontrar puntos flojos como el no tan aceitado sistema de transporte o la escasa preparación que tenia los miles de voluntarios a la hora de intentar responder a alguna requisitoria que se les pudiera hacer. Pero, en términos generales, y teniendo en cuenta la idea de la gente local de presentar una candidatura olímpica de Toronto para 2028, bien puede decirse que este examen lo aprobaron y con buena nota.

Antes de ingresar estrictamente en el terreno deportivo, es necesario apuntar tres hechos que, de una u otra manera, cruzaron el mundo de la competencia: los dieciséis casos de doping positivo (triste marca solo comparable a lo ocurrido en Caracas ’83), los más de veinte cubanos que desertaron, muchos de los cuales -dicen- ya cruzaron a los Estados Unidos y la sorprendente acusación de la policía local de un caso de «abuso sexual» por parte de un arquero de waterpolo de Brasil para quien se libró una orden de detención.

Los unos y los otros

La gran figura de Toronto 2015 se llama Laura Zeng, una pequeña de 15 años, de ancestros chinos, que mide 1,57m y pesa 40kg. Oriunda de Illinois, y con el antecedente de haberse consagrado el año pasado en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Nanjing, Zeng se presentó en la gimnasia rítmica de los Panamericanos y deslumbró, a propios extraños, con una superlativa actuación ganando todo lo que estaba en juego; la prueba múltiple y los distintos elementos: aro, pelota, cinta y mazas. Ella formó parte de una delegación de Estados Unidos que, con muchos jóvenes y exponentes «clase B» (como en muchas pruebas del atletismo y la natación donde guardaron a sus mejores figuras para los mundiales que se vienen), finalmente se quedó con el primer puesto del medallero superando a la delegación local que, en algún momento, se ilusionó con repetir lo de Argentina en Buenos Aires ’51 y Cuba en La Habana ’91, únicas ocasiones en que los norteamericanos volvieron a casa derrotados.
Tras ellos, en una lucha cerrada que recién se definió en las jornadas finales, Brasil se quedó con el tercer lugar aventajando a Cuba. Para los sudamericanos, que llegaron aquí con una enorme inversión de dinero en su preparación teniendo en cuenta que organizarán los Olímpicos en Río 2016, queda un sabor agridulce porque sumaron muchas menos medallas de las que imaginaban cuando, en los primeros días, hablaban de luchar por el segundo puesto con Canadá. Lo de los cubanos es diferente: pese a las habituales dificultades que deben sortear (incluidas las deserciones) volvieron a mostrar su poderío en la región aunque,
por primera vez desde los Juegos de Winnipeg, en 1967 (!), salen de las dos primeras posiciones generales. Más atrás se ubicaron Colombia (acentuando su crecimiento) y México, con una lógica merma en comparación a cuando fue anfitriona, cuatro años atrás en Guadalajara.

Y luego, la Argentina. 


En la previa, había gran expectativa por ver, por primera vez, cuál sería la influencia del aporte de millones de argentinos con el impuesto a la telefonía celular
(manejado por el Enard) en la preparación de nuestros deportistas.

Rendían examen los funcionarios y dirigentes para ver qué habían hecho en estos seis años desde su creación, en planificación, organización y política deportiva con casi 400 millones de pesos de recaudación anual…y rendían examen los deportistas que debían ratificar la lógica de la ecuación que, a mayor dinero, más viajes y mejores entrenadores contratados, vendrían mejores resultados.

En líneas generales, esto no quedo reflejado. Respecto a cuándo «no había dinero», no varió el séptimo puesto de la clasificación general, se obtuvieron 30% menos de oros y apenas si casi se iguala en el total de medallas.

Claro que para explicar los porqué de esta situación pueden esgrimirse argumentos, ponerse excusar, quejarse por la ausencia de tal o cual deporte o lloriquear por un fallo adverso. Pero, lejos de cualquier chicana, está claro que el proceso de decisión de políticas deportivas aplicadas en lo que va de este siglo, no han podido evitar un marcado retroceso histórico en el orden continental que lo reflejan las tablas de los Panamericanos y las de los Juegos Odesur.


Con muy buenas actuaciones de los deportes de conjunto en los cuales se habían depositado grandes expectativas (y la frutilla del épico triunfo del voleibol), exceptuando al básquetbol que trajo un equipo diezmado por la incomprensible discusión interna de su clase dirigente; entre los deportistas individuales también hubo varios que rayaron a gran altura, ganándose un lugar en «el podio» los nadadores Federico Grabich y Sebastián Grassi y el garrochista Germán Chiaraviglio, no sólo por sus medallas sino por la proyección a futuro y su propia superación en los dos principales deportes de la competición. En el «cuadro de honor « ingresan todos los medallistas de oro y otros que alcanzaron distintos lugares del podio (Pareto, Lauro, la cuarteta de persecución, el maratonista Mastromarino, la pequeña boliviana nacionalizada, Majo Vargas) e incluso algunos que no obtuvieron medallas pero cumplieron muy buenas faenas como Molinari, en las anillas, Braian Toledo con su jabalina y varios de de los jóvenes nadadores que superaron distintos récords nacionales.

Para el análisis fino, más profundo y tomando la prudencial y aconsejable distancia del acontecimiento, habrá tiempo. Y habrá que hacerlo deporte por deporte, caso por caso…ya que, por ejemplo, no se puede medir con igual vara lo hecho por el yachting y la lucha, o el grado de profesionalismo y responsabilidad de un judoca y otro.
El pebetero se apagó.

La famosa CN Tower ya no iluminará como durante estos fantásticos 17 días. Las cataratas del Niágara dejarán de recibir turistas vestidos con uniformes deportivos y leyendas tales como Guatemala, Uruguay o Bahamas. El retorno a casa es inevitable; también el deseo de poder volverte a ver, Toronto.

Fuente: Claudio Federovsky

27 julio 2015.

 

 

 

 

 

 

 

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