Biblioteca deportiva – Tras los pasos de O Rei: “Pelé en celeste y blanco”, una investigación histórica que recorre todos sus partidos en la Argentina

Oct 31, 2021 | Carta de Lectores

Escrita por Luis Vinker, la obra describe al detalle cada una de las presentaciones del astro brasileño en nuestro país. Leé el capítulo del Santos-Boca, de la final de la Libertadores 1963.

La portada del libro «Pelé, en celeste y blanco», editado por El Arco.


Edson Arantes do Nascimento
, uno de los mejores futbolistas de todos los tiempos, jugó 39 partidos en Argentina y cada uno de ellos son materia de abordaje en el libro «Pelé en celeste y blanco», una investigación histórica realizada por el experimentado periodista Luis Vinker.

«Pelé marcó una época del deporte y repasando su década de gloria comprobamos cuán íntimamente estuvo vinculado a la Argentina. Jugó casi 40 partidos en nuestro país, dejando siempre su huella tanto en encuentros oficiales como en amistosos y hasta en giras por el interior, que hoy serían impensables en una estrella de su dimensión», anticipa el autor en el prólogo del libro compuesto por 15 capítulos y 160 páginas. La obra fue lanzada recientemente por Ediciones Al Arco, primer sello del país especializado en deportes con más de 120 títulos desde su nacimiento en 2003.

El periodista Marcelo Guerrero, autor del prólogo, recuerda que «para las generaciones futboleras nacidas antes de Maradona, el mejor del mundo era Pelé».

«La admiración por Pelé superaba hasta la nostalgia de los veteranos adoradores de las delanteras y las orquestas del 40, testigos de las proezas del Charro Moreno, las gambetas de Tucho Méndez y Mamucho Martino, los bombazos del Atómico Boyé o el ida y vuelta prodigioso de Alfredo Di Stéfano mientras escuchaban a Troilo y D’Arienzo», rememora.

Vinker, también autor de «Aventuras en las Pistas» y «Jesse Owens y la conexión argentina», se inició en la profesión en la revista El Gráfico y tiene un extenso recorrido que incluye paso por los diario La Razón y Clarín, donde actualmente se desempeña como uno de los jefes de la Mesa Central.

Durante su trayectoria cubrió cuatro ediciones de los Juegos Olímpicos, Panamericanos, Mundiales de los principales deportes y todos los Grand Slam de tenis. Colaboró para revistas especializadas en atletismo de todo el mundo y es miembro del Comité Ejecutivo de la Asociación Mundial de Estadísticos de Atletismo (ATFS).

Sonriente y esperanzado. La foto que compartió Pelé en sus redes., antes de cumplir 81 años tras operarse de un cáncer.

A continuación, uno de los capítulos de la investigación que profundiza en las finales de la Copa Libertadores que el Santos de Pelé jugó contra Boca en 1963:

Boca-Santos, finales de la Libertadores (1963)

“Yo pongo la música, ustedes bailen” (Francis Scott Fitzgerald, en el Saturday Evening Post) .

La tarde del miércoles 11 de septiembre de 1963 se transformaba en noche lluviosa sobre la ciudad y una multitud comenzó la silenciosa desconcentración de La Bombonera. Se había extinguido la euforia de la previa, cuando se palpitaba una jornada épica. El primer sueño de la proyección internacional de Boca quedó postergado: la jerarquía de Santos le deparó su segunda Copa Libertadores consecutiva -todavía conocida como “Copa de Campeones”- y el paso a una nueva Intercontinental, que se aseguró semanas después.

Boca fue el primer equipo argentino que atendió a la Copa como plataforma para un lanzamiento internacional. “La visión de Armando le cambió el sentido a la Copa en el 63. Con el inolvidable Adolfo Pedernera en la conducción se apostó todo a la Libertadores. El Santos, campeón de la edición anterior, con la aureola encendida de Pelé, derrochaba fama en el mundo entero”, explicó Horacio Pagani. Emblema del fútbol argentino, Pedernera armó técnicamente a aquel Boca de comienzos de los 60 con la función de manager, en tanto Aristóbulo Deambrosi era el DT en el campo de juego: curiosamente, ambos provenían de un River histórico, La Máquina de los 40.

Un año antes, con la conducción de D’Amico, el Boca que sería la base de esa década recuperó la supremacía en el fútbol  argentino, logrando su primer título en las últimas ocho temporadas. La definición se recuerda como una de las más apasionantes cuando Boca y River llegaron igualados en 39 puntos a la penúltima fecha, disputando el Superclásico en la Bombonera. Un penal convertido por Paulo Valentim adelantó a los locales, pero faltando cuatro minutos, el árbitro Nay Foino sancionó otro penal, esta vez para River, por una presunta infracción de Simeone sobre Artime. No quedan registros fílmicos de aquel instante, aunque sí del posterior: la atajada de Antonio Roma, que le valió el agradecimiento eterno de las legiones xeneizes.

Fue el 9 de diciembre de 1962, en la Bombonera, y el Tano lo evocaba aún medio siglo después: “Yo estaba muy tranquilo, me puse de cuclillas contra el poste izquierdo y me quedé agazapado mientras todos discutían, se empujaban, gritaban y la cancha era un silencio total: una tumba”. “Cuando llegó el remate de Delem -siguió Roma-  alcancé a tocar la pelota con la mano derecha. Venía de frente y con tanta fuerza que picó casi en el banderín del córner. Ahí explotó la cancha, se venía abajo. Yo no quería que me tomara nadie porque venían a felicitarme, pero no había terminado el partido. Cuando tiraron el córner, salí a buscar lejos, la rechacé y la pelota me picó adelante, le pegué de sobrepique. Fue a parar casi al córner del otro lado de la defensa de River”.

Hasta hoy, los hinchas de River reclaman por el adelantamiento de Roma (y a Nay Foino le atribuyen su famosa frase ‘penal bien pateado es gol’), mientras que la infracción -o supuesta simulación de Artime- quedó eclipsada ante el clamor por la atajada.

Tres días más tarde, una goleada por 4-0 sobre Estudiantes con dos goles de Paulo Valentim, uno de Norberto Menéndez y otro de Héctor Pueblas le dio el título local a Boca y el pasaporte a la Libertadores.

Si repasamos a los campeones de aquel momento, vemos que esa estructura se mantuvo por casi cinco temporadas: Roma, Silvero y Marzolini, Simeone, Rattin y Orlando. Los únicos cambios posteriores se dieron en la línea ofensiva: Pueblas, Menéndez, Valentim, Pezzi y Gonzalito.

Roberto Fontanarrosa describió aquella base: “Pienso que pocas veces un equipo ha dado tantos jugadores emblemáticos como aquel de Boca que ganó los torneos del 62, 64 y 65. Roma, Silvero y Marzolini, Simeone, Rattin y Orlando eran casi un compacto, una formación rocosa, un bloque distintivo que podía recitar de memoria y que, gracias a la personalidad abrumadora de casi todos sus jugadores, todavía hoy es considerado símbolo no solo de Boca sino de todo el fútbol argentino. No sé si he visto a algún otro arquero de la historia, por ejemplo, salvar tantos goles hechos como a Antonio Roma. Atlético, elástico, de pecho inflado e inconmensurable, expansivo, Roma podría haber sido el héroe rubio, sonriente y aniñadamente fanfarrón de cualquier película yanqui. Tal vez no tenía la técnica ni la sabiduría de Amadeo Carrizo, pero hacía abuso de una personalidad ganadora que lo llevaba a jugarse la vida en cada mano a mano y salvar pelotas de las consideradas imposibles. Sacaba muy bien, asimismo, desde el arco con la mano, lejos y con precisión, cuando ese hábito recién se estaba imponiendo sobre la costumbre de pegarle con el pie, alto y para arriba”.

Con la mente en la Copa, Armando gestionó varios refuerzos para el 63, principalmente José Francisco Sanfilippo, aunque entre ellos sólo el uruguayo Alcides “Cacho” Silveira llegó a ser gravitante en las temporadas siguientes. Más allá de esos refuerzos, el Boca del 63 había ganado su cuota de fútbol con una revelación: Angel Clemente Rojas con apenas 18 años. Entre su cintura mágica, su talento y su picardía, Rojas se ganó el corazón de la hinchada de Boca desde el día de su aparición, un nivel de idolatría sólo comparable al que, mucho tiempo después, alcanzó Juan Román Riquelme.

El técnico aún era D’Amico y aquella tarde del debut, un 19 de mayo del 63 contra Vélez, Boca ganó 3-0 con tres goles de Corbatta, dos de penal y otro de tiro libre: todas las infracciones fueron sobre Rojitas, imparable. Sus propios compañeros lo llevaron en andas al terminar el partido.

“Sentí muchísimo cariño. Pero creo que me terminé de ganar al hincha de Boca unas semanas después, cuando derrotamos a Independiente en La Bombonera. Les hicimos tres, y yo marqué dos goles. Independiente tenía un equipazo, fue el campeón de ese año. Ese día pasé a ser ídolo”, le contó Rojitas a Gustavo Ronzano en La Nación.

Los participantes de la Libertadores del 63 se repartieron en tres grupos y sus ganadores iban a semifinales, donde esperaba Santos. Boca eliminó a Olimpia y Universidad de Chile, y le tocó un duro choque de semifinales con Peñarol, que resolvió con autoridad: 2-1 en el Centenario, 1-0 en la Bombonera. Allí el aporte de sus goleadores fue clave, doblete de Valentim en la ida, gol de Sanfilippo en la revancha.

La otra semi resultó uno de los clásicos más lujosos de esa época: el Santos de Pelé contra el Botafogo que no tenía nada que envidiarle con sus mundialistas Manga (el arquero), Zagallo y Garrincha. Santos jugó como local en el Pacaembú y sólo pudo empatar 1-1, pero arrolló en la revancha con un Pelé imparable para el 4-0 en el Maracaná.

Juvenal vio aquel partido en el que Pelé fue fundamental con sus tres goles: “Le vi marcar uno de esos que impactan por la demostración de fe en sí mismo que ofrece su autor. La tenía Pepe sobre un lateral y Pelé se la pidió en la media luna del campo contrario. Estaba marcado pero Pepe se la mandó igual por elevación, tanta era la confianza que le inspiraba un pedido de O Rei. Manga no confió en que los defensores pudieran con Pelé en el aire y salió del arco a cortar el centro. Pelé los ignoró a todos, se elevó en un salto prodigioso, le ganó allá arriba a las manos de Manga y la mandó a la red”.

En una tarde de tiempos más cercanos, el “Rata”, Antonio Ubaldo Rattin, visitó la redacción de La Razón para una charla con periodistas jóvenes, que sólo conocían de oídas aquellas anécdotas memorables, desde su paso junto a la alfombra real en Wembley, tras la expulsión en el Mundial, o su vigencia por quince temporadas en la primera de Boca. Fue también aquella tarde en la que Rattin nos recordó que “con Pelé, el Santos marcaba la diferencia, tenía robo. Si jugaba para nosotros, éramos campeones”.

Pero la diferencia de aquella serie final por la Libertadores 63 no sólo fue Pelé, sino algo más: el Santos en su esplendor había acumulado una importante experiencia internacional y Boca rara vez salía de las competiciones locales.

En vísperas del primer encuentro, Lula –el técnico brasileño– en diálogo con Juvenal  se mostró muy confiado en los suyos (“Tenemos un patrón de juego, una disciplina y, lo más importante, hombres con capacidad para improvisar”) y crítico con el Boca que había eliminado a Peñarol: “Lo vi en Montevideo, siempre ocho hombres atrás, defendiendo. Pero el fútbol es ataque, marcar más goles que el adversario. Hay que tomar recaudos, pero no se puede estar todo el partido atrás, defendiendo. Si el fútbol argentino sigue jugando así le va a costar mucho recuperarse”.

La ida se jugó el miércoles 4 de septiembre de 1963 en el Maracaná. El Santos, con su formación estelar y un quinteto ofensivo que metía miedo: Dorval, Lima, Coutinho, Pelé y Pepe. El técnico Deambrosi optó por Rojitas como titular y con Errea en el arco, en lugar de Roma, lastimado. Colocó esta formación: Errea, Magdalena y Marzolini; Simeone, Rattin y Orlando; Grillo, Rojitas, Menéndez, Sanfilippo y Gonzalito.

Santos resolvió el partido en apenas diez minutos, entre los 18 y 28 cuando las combinaciones de sus astros terminaron en la red: Coutinho el primero y el segundo, Lima el tercero después de una jugada en la que tocaron Zito, Pelé y Coutinho. Por las puntas, Dorval fue incontrolable para Marzolini, así como Pepe para Simeone.

Marzolini, lesionado, tuvo que salir y Orlando cubrió su lugar, entrando Silveira al medio, para frenar el armado de Zito. El descuento de Sanfilippo a los 42 evitó la goleada y ya sobre el final del partido, otra vez el Nene, tras un pase de Menéndez, cerró el partido con un ajustado 2-3.

O’Globo comentó: “El espectáculo de gala que dio Pelé en el Maracaná entre los minutos 15 y 30 constituyó una pieza de antología que no será olvidada. Una de las fallas principales boquenses es jugar a la defensa, sin ningún sistema de contraataque. Cracks como Sanfilippo, Grillo, Orlando o Rattin, con la suficiente clase internacional, se limitaron a una serie de combinaciones sin ninguna efectividad”.

Armando se enojó por el trato de los brasileños, y no tanto por el partido: “Nos trataron muy mal. Cuando vienen a Buenos Aires nos desvivimos por atenderlos. Les regalamos cuadros de Quinquela Martín, ponemos todo lo nuestro a los pies del que nos visita. Aquí, primero ningún dirigente se acercó a nosotros  desde su llegada, durante cuatro días. Nos negaron el estadio para entrenar de noche. No nos dejaron practicar con botines de fútbol. Los jugadores de Boca solo tuvieron autorización para pisar el Maracaná de tarde y en zapatillas. Dijeron que era para cuidar la cancha. Pero resulta que en esos días habían estado practicando marchas de una banda de mil hombres sobre el field. Y encima, nos regaron la cancha antes del partido. En fin, para qué seguir. Pero en Buenos Aires lo vamos a tener en cuenta y pagaremos con la misma moneda”.

La revancha estaba anunciada para las 16 del miércoles siguiente en la Bombonera. La crónica de La Prensa indicó: “Para quebrar la impaciencia de los espectadores, a las 15.30 desfilaron por todo el perímetro de la cancha los integrantes del equipo de lucha de la entidad local, exhibiendo los trofeos conquistados en diferentes torneos. Los encabezaba el profesor de la entidad, señor Danese. Era impresionante el aspecto que ofrecían las tribunas a las 16. Parecían moverse como verdadero oleaje humano”. A las 16.13, Zito encabezó la aparición del Santos. Enseguida el árbitro francés Marcel Bois y los líneas, el alemán Werner Treichel y Eunaipio Gouvea de Queirós, de Brasil. Y a las 16.15, ante una ovación imponente, el capitán Orlando Pecanha de Carvalho lideró la formación boquense (dos años después se iría a las filas del Santos).

Aquella tarde se recuerda por el 2-1, por una de las mayores y magistrales demostraciones de la dupla Pelé-Coutinho, y por alguna actitud del 10, cuando hizo parar el partido para cambiarse el short. En La Prensa lo cuestionaron por eso: “Es un comediante, pero hizo lo que Santos necesitaba para ganar. Primero buscó un foul para quedarse en el piso y cambiar sus pantalones, que habían perdido su sostén. Luego, en un cambio de caricias con Silveira fingió haber recibido un golpe y buscó el penal aparatosamente”. Esa jugada sucedió con el partido empatado y según Sanfilippo, fue una avivada de Pelé. “No sé si le rompió la tira o si lo hizo a propósito, pero como se le caían los pantalones, el juego estuvo parado. Ahí nos frenamos”, le dijo a Página 12  medio siglo después. “Rattin lo levantaba y lo ayudaba. Yo le gritaba ‘Dejalo, pisale los tobillos, así no juega más. A mí allá me c… a patadas y vos lo levantás…’; Pelé, que escuchaba lo que pasaba y hablaba bien en castellano, me decía: ‘Sanfilippo, vocé e bom jogador, pero malo’”.

Deambrosi dispuso esta vez que Silveira ingresara desde el comienzo. Pagani apuntó: “Entró Silveira para respaldar a Rattin. Corbatta y Valentim se quedaron afuera. A Boca le sobraban estrellas. Y fue una máquina en el primer tiempo, Grillo arrollaba por la derecha, Rojitas quebraba la cintura y seguía, Menéndez lo buscaba a Sanfilippo. Gonzalito ventilaba por la izquierda. Pero el gol no llegaba”.

Boca dominó, aunque sin profundidad, recién convirtió cuando comenzaba el segundo tiempo con un derechazo de Sanfilippo. La alegría duró apenas dos minutos, una clásica combinación de Pelé y Coutinho fue sentenciada por este sobre la salida de Errea.

Santos tomó el control y el arquero boquense salvó dos goles, primero ante un tiro de Pepe y luego ante un cabezazo de Pelé. Cuando iban 37 minutos, el que habilitó fue Coutinho para Pelé sobre la derecha, dejó atrás con su habilidad a Orlando -le hizo rebotar la pelota en sus piernas- y, ante la salida del arquero, tocó suavemente para la definición: 2-1. “Definió esa final haciendo la pared con un adversario”, sintetizó Juvenal.

“Marcel Bois hace oír la última pitada. Los paulistas se abrazan entre ellos y saludan a los boquenses. Una ovación parte de los cuatro costados de la cancha, dedicada a los dos equipos. Ovación que olvida algunos ridículos silbidos que recibió la visita cuando ingresó al campo”, indica la crónica de Clarín. Su comentarista Horacio Aiello escribió: “El Santos continúa siendo la expresión más cabal de equipo. El 3-2 de Maracaná y 2-1 de la Bombonera establece la exacta diferencia de poderío que se aprecia en el juego de uno y otro país. A Boca le ha venido muy bien esta experiencia”.

En El Gráfico, Juvenal escribió: “Boca tuvo la pelota, la cancha y las oportunidades. Santos tuvo a Pelé y Coutinho (…) Ellos tienen a Pelé. Y Pelé tiene a Coutinho. Muy sencillo. Nosotros, sumando todos los delanteros titulares de los principales equipos de nuestro medio, no logramos reunir una fórmula ofensiva que se le pueda siquiera acercar a la que componen ellos dos. El problema trasciende a Boca y abarca a todo el fútbol argentino. Nos falta claridad para llegar, nos falta persistencia en la explotación de esa claridad, cuando ella llega a producirse. Nos falta Pelé y también nos falta Coutinho” Alberto J. consoló a sus jugadores en la concentración, en el Hotel Nogaró. “Perdimos, pero nos hemos quedado con mucho, tenemos un equipo que puede afrontar con entera dignidad ante cualquiera en el mundo. Muchas gracias Silveira, muchas gracias Rojas, pusieron eso que yo quiero, fuerza, garra, vergüenza”.

Santos tuvo un festejo contenido. Pelé dijo que “fue una verdadera batalla. Se jugó duro, como se juega al fútbol entre hombres. Pero no apelamos a recursos bajos”. Aludía a alguna patada de más, a algún salivazo. Sin embargo, Hugo Gambini lo entrevistó horas más tarde en el hotel y allí O Rei estaba todavía enojado: “¿Quiere saber mi opinión sobre el partido? Boca corrió mucho y se cansó. A mí me trataron bastante mal, muchos fouls, ese chico Rojas que me lanzaba escupitajos. Grillo jugó fuerte, tanto aquí como en Brasil, pero una vez terminado el partido, olvidamos”. Y admitió que había fingido en el toque con Silveira: “Me tiré al suelo fingiendo que me dolía. Era un desquite, de alguna manera, por tantos golpes”.

Mucho tiempo después, en una entrevista para El Gráfico en la que reveló su sentimiento por Boca, Pelé se refirió a aquella tarde de La Bombonera: “Aunque con Boca tuve una relación casi amorosa, también hubo momentos desagradables. Hubo una ocasión en que la hinchada me hizo sentir odio. Antes de la final en La Bombonera… Recuerdo que en el momento en que salíamos a la cancha, por los parlantes dieron la formación del Santos. Cuando me nombraron, la hinchada comenzó a insultar a mi madre. No sólo yo, todos mis compañeros se pusieron rabiosos. Entonces, en la misma cancha resolvimos cambiar el plan de juego. Inicialmente, como el empate nos favorecía, estábamos dispuestos a jugar cautelosamente e intentar contraataques. Pero la indignación nos llevó a decidir que debíamos ir encima de ellos, presionarlos y terminar de entrada con el asunto. Cuando Rattin dijo que nos mataría si nos atrevíamos a pasar la mitad de cancha, nos reímos en la cara. Grillo estaba jugando bien y nos obligaba a cuidarlo…”. También recordó con precisión la jugada de su gol (“Es la única que recuerdo nítidamente de todos los partidos que jugué con Boca”).

Cuando han pasado casi seis décadas de aquella serie final, Angelito Rojas aún conserva la emoción: “Haber enfrentado a Pelé es algo que queda para toda la vida, supongo que lo mismo sienten los que jugaron ante Maradona o ante Messi, en nuestros días. Yo tuve esa satisfacción, y de muy joven. Y no era sólo jugar contra Pelé, sino eran Pelé y sus laderos, un equipazo. A veces, hasta siento que pudimos ganarles, en la Bombonera nos perdimos varios goles. Pero, lo fundamental, es que son esos recuerdos que a uno le quedan para toda la vida”.

Concentrado por entero en la Copa –inclusive presentó suplentes en varios partidos- para Boca el campeonato local ya estaba fuera de alcance. Sin embargo, mantenía una cuenta pendiente en aquella temporada: le ganó a River en el Monumental con un gol de Sanfilippo y lo sacó de la carrera por el título, que le quedó a disposición a Independiente. Entonces Armando sentenció: “Le cobramos a River un pagaré firmado hace 30 años”. Se refería a una victoria del equipo de Núñez sobre Boca en 1933, que le había facilitado el campeonato a San Lorenzo.

Fuente: Clarín

26 octubre de 2021

https://www.clarin.com/deportes/pasos-rei-pele-celeste-blanco-investigacion-historica-recorre-partidos-argentina_0_RpZl1-cPo.html

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