Fue el primer automovilista argentino que logró vencer a los europeos con los autos que luego serían los iniciadores de la Fórmula 1 Internacional. Esto ocurrió una tarde del domingo 6 de febrero de 1949, bajo una lluvia torrencial y ante una multitud que había concurrido al circuito de Palermo, en el Parque Tres de Febrero de la ciudad de Buenos Aires. Allí con su Alfa Romeo 3800, Oscar Alfredo Gálvez dejó atrás a los italianos Alberto Ascari (había ganado ocho días antes en el mismo circuito), Giuseppe Farina (primer campeón del mundo de F1) y Luigi Villoresi, entre otros.
Gálvez, el “Aguilucho” o el “Tito” para los hinchas del automovilismo, había nacido en el barrio porteño de Caballito, el 17 de agosto de 1913 y siendo aún un adolescente ya trabajaba en el taller mecánico de su padre, en Av. San Martín y Galicia del barrio de La Paternal, a la vez que, los fines de semana, realizaba “changas” cuidando un garaje de la calle Añasco, para juntar unos pesos y comprar su primer automóvil.
A los 16 años adquirió un Ford T modelo 1927, con el cual comenzó a participar en las picadas que los “tuercas porteños” realizaban en las calles de Palermo.
En 1937, año en que cayó detenido una leyenda del delito argentino como fue “el Pibe Cabeza”, el director de Vialidad Nacional, Justiniano Allende Posse, autorizaba la realización del “Primer Gran Premio Argentino de Turismo Carretera” (TC), por las rutas de nuestro país a realizarse entre el 5 y el 15 de agosto. Hasta entonces estaban prohibidas las carreras por las rutas argentinas, sólo podían realizarse Grandes Premios Internacionales.
La bandera de largada la bajó el Presidente de la Nación, general Agustín P. Justo, al auto Nº 1 conducido por el neuquino Arturo Krause, que dio comienzo a la primera etapa entre Buenos Aires y Santa Fe. Con la llegada a esta ciudad, aparecía la primera sorpresa. Un “desconocido” para los habitué del TC, ocupaba el segundo lugar al comando de un Ford convertible con el Nº 58. Allí nacía la leyenda de Oscar Gálvez, uno de los más queridos corredores de esta pasión argentina que es el TC. Acompañado por Horacio Mariscal había logrado un nuevo récord desde Buenos Aires hasta Rosario con 3 hs. 1’ 01’.
Durante 1939, el año de los tres Grandes Premios de Turismo Carretera, Gálvez ganó en dos de ellos con su Ford Nº 23. El primero, el accidentado “Gran Premio Argentino” que, luego de recorrer 1.379 Km., fue finalizado abruptamente el 20 de octubre, en la ciudad de Concordia (Entre Ríos) por las lluvias y lo intransitable de los caminos.
Y además, el Gran Premio Extraordinario, empleando para recorrer los 4.429,800 Km. de las siete etapas, 44 hs. 44’ 46’’, a un promedio de 98,999 Km. por hora, dando comienzo así a los grandes duelos con el Chevrolet (“Chivo”) de Juan Manuel Fangio.
En el filme “Fangio, el demonio de las pistas” (1950) de Román Viñoly Barreto, se deja insinuado, este duelo particular entre los considerados por la opinión pública, como los dos más grandes del automovilismo nacional.
En 1947, Gálvez logra el primer título de campeón de Turismo de Carretera, que luego repetiría en 1948, 1953, 1954 y 1961, obteniendo además seis subcampeonatos.
En la noche del 19 de octubre de 1948, es uno de los tripulantes de los 138 coches (de los 141 inscriptos) que, en tres tandas, parten desde la sede del Automóvil Club Argentino rumbo a la ciudad de Caracas (Venezuela) participando del “Gran Premio de América del Sud”, en una aventura de 9.575 Km. con 800 metros disputados en 14 etapas.
Cuenta José Froilán González (subcampeón del mundo de F1 en 1954) participante con el Chevrolet Nº 36 de esta travesía:”Esta carrera era vieja una idea que, el Presidente de la Nación, general Juan D. Perón, tomó para hacerla realidad”. En una reunión les expresó a un grupo de corredores: “Ustedes, los deportistas, son los mejores embajadores de un país y nosotros los políticos tenemos la obligación de unir a los pueblos de América, por eso deben realizar este esfuerzo que, reconozco es casi sobrehumano”.
Y fiel a su pensamiento Perón en lo político fue el impulsor unos años después del reconocido “ABC”, dejado en el olvido, luego de la “Libertadora” del 1955 y la muerte del brasileño Getulio Vargas. El “ABC”, es el antecedente más inmediato del Mercosur.
El “Aguilucho” Gálvez se adjudicó brillantemente siete etapas de esta prueba, su hermano Juan cinco, Fangio una y la última fue para Víctor García, pero la carrera la ganó Domingo “Toscanito” Marimón. Aunque Gálvez, por tiempo, había superado por 13 minutos a Marimón a la llegada en Caracas, las autoridades de la prueba (Miguel Álvarez, Ángel Ruiz, Juan Carlos Cuestas, Fulvio Pastor y Miguel González) descalificaron a “Tito” por llegar a la meta empujado por un auto particular “Buick último modelo”.
Esta descalificación llegó cuando ya Gálvez era paseado en andas por sus fanáticos (que lo declararon ganador moral), por lo que tardó varios minutos en enterarse.
Varios de los jueces no habían notado esta irregularidad de Gálvez, porque la “línea de llegada” estaba invadida por el público venezolano. Había unas 200.000 personas, convocadas por los “los nuevos héroes de América”.
Entre 1937 y 1964, año de su retiro, el “Aguilucho” corrió 169 carreras en el país y una en el exterior, venciendo en 43 oportunidades, en distintas categorías.
Ganó los Grandes Premios de TC en 1939 (2 oportunidades), 1947, 1948, 1954, 1960 y 1961. También compitió en pista, siendo campeón en 1947 y 1948 y en 1949 de la categoría Autos Especiales. Admirador de Henry Ford, reconocía “Papá me enseño todo. Hasta levantarme temprano y sentir amor por el trabajo”.
El 18 de enero de 1953 participó del “Primer Gran Premio de la República Argentina de Fórmula1”, disputado en el nuevo autódromo “17 de Octubre”, de la Ciudad de Buenos Aires, regresando de esta manera a la categoría a bordo de una Maserati, para arribar en el quinto lugar de la carrera, que ganó el italiano Alberto Ascari con una Ferrari. Después de esta prueba su antiguo adversario de las rutas Juan Manuel Fangio declaró: “A Oscar le gustan más las rutas, porque sino sería uno de los grandes animadores de la Fórmula1”.
Se despidió del automovilismo a los 51 años, en la Vuelta de Junín en 1964 al comando de un Ford Falcón preparado por el ingeniero Alfredo Bascou.
El 19 de marzo de 1989 sus colegas y los aficionados le realizaron un homenaje con las viejas “cupecitas” del Turismo Carretera recorriendo las calles de la Capital Federal hasta llegar al Autódromo, que desde ese día lleva su nombre, ante una multitud que se acercó a despedir simbólicamente al ídolo que durante décadas los había llenado de emociones.
Muy poco tiempo antes de su muerte había sido designado como “Ciudadano Ilustre de la Ciudad” por el Concejo Deliberante de Buenos Aires. El sábado 16 de diciembre luego de soportar un cáncer de páncreas, a los 76 años, dejaba de existir este fenómeno del automovilismo nacional.
Para aquellos que pretendieron defenestrarlo después de la “Revolución Libertadora” de 1955, por haber recibido de parte de Perón permisos para ingresar repuestos del exterior a cambio de la publicidad que en 1951 promocionó la fórmula “Perón – Evita”, transcribimos párrafos del artículo publicado en la revista “Mundo Amateur”, con fecha, enero de 1990, por el licenciado Alfredo Armando Aguirre:
“Si como sostuvo Solthenitzyn, en la biografía de un hombre, se aprecian las huellas de su destino, Oscar fue el artífice de su propio destino de leyenda – mito – ídolo. El ámbito donde desplegó su personalidad extrovertidamente positiva fue el de los deportes mecánicos, y dentro de ellos, en la categoría de Turismo Carretera, a la que él contribuyó significativamente a convertir en un ingrediente del profundo nacionalismo cultural que, aún en medio de la penuria, sostiene el Pueblo Argentino. Esta suerte de leyenda – mito –ídolo, tuvo más de medio siglo para asentarse en la memoria colectiva. Oscar se sabía patrimonio del pueblo argentino y nunca quiso sectorizarse. No era un líder político sino un líder sociocultural. La parte sustancial de su vida deportiva coincidió con el momento más feliz que el Pueblo Argentino ha tenido en su azarosa historia: Junio de 1943 – Setiembre de 1955. Para las horas tristes posteriores a esa edad dorada, el Aguilucho atravesando raudamente los caminos de la Patria y prodigándose por doquier, fue como un bálsamo y una inyección de optimismo a la espera de tiempos mejores. La trayectoria de Oscar es el más acabado testimonio de que el deporte, cualquier deporte, es escuela de vida. Cuando en esas curvas y contra curvas, que al llegar a una estación ferroviaria de campaña, tienen los caminos de tierra que corren paralelos a las vías, cuando en esas curvas y contra curvas, el viento o algún vehículo levante una nube de polvo, seguro que de ella emergerá la Cupecita negra y blanca con Oscar al volante y su brazo saludando a su eterna hinchada».
Fuente: Libro “Historía Política del Deporte Argentino” de Víctor Lupo- Ed. Corregidor
Página 236- Capítulo XXVIII
15 Agosto de 2017