UN LIBRO DE AJEDREZ

Dic 13, 2013 | Información General

 

 

El pasado 4 de diciembre, se realizó en la Biblioteca del Congreso de la Nación, la presentación del libro “La generación pionera 1924-1939”, primer volumen de la colección Historia del ajedrez olímpico argentino, de los autores Sergio Ernesto Negri y Enrique Julio Arguiñariz, obra que fue publicada por el Senado de la Nación.

Los autores con el maestro Panno

En ella se refleja la actuación de quienes nos representaron en una época pionera, en la cual la Argentina fue el primer país no europeo en participar de las competencias olímpicas de ajedrez, y también el primero extraeuropeo en organizarlos, cosa que aconteció en Buenos Aires en 1939.

Asimismo, en París 1924 la Argentina fue miembro fundador de la Federación Internacional y uno de sus representantes obtuvo la primera presea continental en la especialidad. En 1939 la ciudad de Buenos Aires fue  designada como sede provisoria de la aludida entidad habiéndose ungido a nuestro compatriota Augusto de Muro como su titular.

En el texto, que cuenta con sendos prólogos debidos a las plumas de Daniel Larriqueta y del gran Maestro Oscar Panno, quienes estuvieron presentes, además de abordarse la cuestión ajedrecística en sí, se traza una mirada complementaria aportándose elementos claves del entorno político, social y económico de una época en la que acudían al país personalidades del ajedrez vinculadas a la cultura, como fueron por ejemplo los casos notables de Marcel Duchamp y de Witold Gombrowicz, y los de los excampeones mundiales de ajedrez Emanuel Lasker, José Raúl Capablanca y Alexander Alekhine.

El libro incluye referencias acerca de cómo se daría el ingreso del ajedrez a la Argentina y al continente americano, reseñándose los principales acontecimientos históricos sobre la importancia creciente que fue adquiriendo el ajedrez en la sociedad.

Así se describe el episodio por el cual se atribuye una participación central al juego en el marco de la decisión de aprobar el plan que devendría en el “descubrimiento” de América; se cita el caso del inca Atahualpa quien es considerado, muy probablemente, como el primer nativo continental en desplegar las artes de este juego, y se menciona cómo a poco de la segunda fundación de Buenos Aires ya se lo practicaba en las proximidades de ese puerto. Esos serían sólo los comienzos de una sucesión de hitos históricos vinculados al ajedrez que son mencionados en el texto como testimonio vivo de la inserción del juego en el ámbito de la cultura local y continental.

En la sucesión del relato se enfatiza la calidad solidaria de nuestro país, que albergó en ese 1939 a numerosos ajedrecistas que no pudieron regresar a sus lugares de origen dados los riesgos ciertos en que caían si regresaban a una Europa que entraba nuevamente en llamas, prueba de lo cual es el testimonio a partir del cual se traza un inventario de los jugadores que, al no poder venir ese año a la pacífica ciudad de Buenos Aires, debieron experimentar el quiebre de sus carreras ajedrecísticas, y en muchos casos la pérdida de sus propias vidas, al quedar atrapados en el horror bélico que azotó ese año, una vez más, a la Humanidad.

Con este esfuerzo historiográfico los autores vienen a cubrir un espacio narrativo en lo que respecta a retratar una época pionera y añorada de una actividad deportiva, el ajedrez, que le ha dado al país importantes logros internacionales, en particular con los tres subcampeonatos olímpicos obtenidos en los años 50 del siglo pasado, tema al que se dedicará el segundo de los libros de la prometida colección que se comprometió a editar el Senado de la Nación.

Se ha previsto que los ejemplares de estos libros sean entregados en forma gratuita a instituciones educativas, profesores de los respectivos planes de ajedrez escolar, bibliotecas, federaciones y clubes de ajedrez, junto a personalidades del medio, tanto del país como del exterior.

Este primer libro, adicionalmente, constituye un homenaje a los pioneros del ajedrez olímpico argentino, entre los que cabe destacar a: Roberto Grau, figura emblemática de la época, en su multifacética personalidad; Luis Palau, primer medallista olímpico de todo el continente; Isaís Pléci, el primer oro del ajedrez argentino; Jacobo Bolbochán, doble medalla de bronce en el período; Carlos Guimard, el jugador que quedaría a caballo de dos generaciones ya que fue también partícipe de la generación plateada que descolló en los 50´;  Damián Reca, el primer campeón argentino de la historia.

Ellos son parte de la historia del ajedrez argentino. Ellos fueron objeto de una exacta semblanza por parte del extraordinario pensador, y amante del ajedrez, Ezequiel Martínez Estrada. Es que los filósofos entonces veían en el ajedrez un signo del progreso de los argentinos. El mismo progreso que causaba admiración en otras geografías, en una época en la que las miradas del mundo confluían, con cierta intriga, y con un mayor respeto y admiración, hacia un rincón del mundo del que surgieron, y en donde se albergaron en forma transitoria o definitiva, tantos ajedrecistas que engrandecieron al ajedrez argentino y mundial.

Fuente: Mundo Amateur

11 diciembre de 2013

 

 

 

 

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