Murió Diego: nuestro Dios terrenal ingresó a un plano celestial

Nov 25, 2020 | Deportes, Últimas Noticias

Diego Armando Maradona. De Fiorito a la gloria. Su zurda de porcelana. Su coraje asombroso. Diego atravesó la vida de los argentinos en los últimos 45 años. Fue el mejor futbolista de la historia, pero para nuestro pueblo fue mucho más que un deportista.

Por Carlos Aira *

La Paternal. 20 de octubre de 1976. Miércoles por la tarde. Talleres de Córdoba ganaba 1 a 0. En el entretiempo, Juan Carlos Montes, entrenador de los Bichos Colorados, le avisó a Dieguito – una mata de cabellos enrulados a días de cumplir 16 años – que iba a entrar a la cancha y le realizó un pedido particular: debía tirar un caño apenas pudiera. El duro Juan Domingo Patricio Cabrera padeció el primer pase de magia.

Diego Armando Maradona. Nació un domingo. día del fútbol por excelencia. Un 30 de octubre, fecha emblemática, porque un 30 de octubre de 1921, el fútbol argentino logró su primer título internacional. Creció en un barrio obrero. Hijo del mestizaje propio de nuestra patria. En su zurda de porcelana y personalidad desbordante se condensó el fútbol argentino: tuvo la gambeta de Capote de la Mata, la personalidad del Charro Moreno; zurdo genial por derecha, como Enrique Omar Sívori.

De los míticos Cebollitas al estrellato. Todo el mundo conoció a la Asociación Atlética Argentinos Juniors. El morocho enrulado con la 10. Cuatro veces consecutivas goleador del fútbol argentino. Quienes tuvieron la oportunidad de ver al Diego 1977-1980 aseguran que fue su mejor versión. Superior a la que el mundo admiró en Napoli. 9 de Noviembre de 1980. Argentinos Juniors enfrentó a Boca Juniors en cancha de Vélez Sársfield. Hugo Gatti había declarado que “Diego era un gordito”. Maradona se destapó con cuatro goles y una actuación para todos los tiempos.

Debutó en la Selección con sólo 16 años. Domingo 27 de febrero de 1977. En la Bombonera, el equipo dirigido por César Luis Menotti enfrentó a Hungría. Argentina se fue al entretiempo goleando 4 a 0.  Todos los hinchas pidieron el ingreso del pibe maravilla con un grito que ya es un himno:

“Maradoooo…. Maradooooo”

Maradona ingresó a los 20 minutos del segundo tiempo reemplazando a Leopoldo Jacinto Luque. Quedó afuera del Mundial junto a Lito Bottaniz y Humberto Rafael Bravo.  Sorprendió al mundo en la gira por Europa, mayo de 1979, para cerrar el año siendo un torbellino de fútbol en el Mundial Juvenil de Japón 1979.

Fue el primer jugador juvenil que firmó contratos como estrella global. Su fútbol era requerido en lugares tan alejados como África o el lejano oriente. ¿Cuánto tiempo más podía continuar en La Paternal? El FC Barcelona lo quiso comprar en 1980. En una complicada operación financiera, Diego pasó a Boca Juniors como paso previo a su desembarco en la Ciudad Condal.

“Vale 10 palos verdes / Se llama Maradona / Lo querían las Gallinas / Lo quería Barcelona / Y cuando va a la cancha la doce le agradece todo lo que Dieguito se merece”

Diego fue campeón del torneo del Metropolitano 1981. Su único título de Primera División en el fútbol argentino. Antes de la Copa del Mundo de 1982 llegó a Barcelona. Nunca se sintió cómodo con la camiseta azulgrana. Su personalidad no le permitía competir junto a los poderosos. Una inoportuna hepatitis y el guadañazo salvaje del vasco Andoni Goikoetxea lo sacaron de las canchas por largo tiempo. Como el Ave Fenix, regresó. Su lugar en el mundo estaba a orillas del Mediterráneo pero no era Barcelona. En junio de 1984 llegó a la turbulenta Napoles. En la temporada 1983/84, los celestes se habían salvado del descenso en la última fecha. En su primer partido viajó hacia Verona. Una bandera esperaba a los jugadores e hinchas del sur: “Bienvenidos a Italia, africanos“.  Diego se puso el traje de superhéroe. Ese que siempre le sentó tan cómodo. Nada volvió a ser igual al pie del Vesubio.  Campeón 1986/87 y 1989/90. San Genaro y Diego.

O mamma mamma mamma o mamma mamma mamma sai perche’ mi batte il corazon? Ho visto Maradona Ho visto Maradona eh, mamma’, innamorato son

Fracasó en España 1982 a pesar de jugar un partido cinco estrellas ante Hungría. Dos imágenes quedaron marcadas de aquel Mundial: la marca implacable del Tano Gentile y la expulsión ante Brasil. Con Carlos Bilardo comenzó un nuevo ciclo. Capitán de la Selección Argentina. Momentos de dudas. La angustiosa clasificación al México 86 y la marca del peruano Reina en Lima. El mundo se preguntaba si era el mejor. Diego respondió en México. Cinco goles plagados de magia y talento. ¿Con qué le pegó a la pelota para que ingresara de esa forma en el arco italiano?

Pero habrá un día que será un antes y un después en la vida de todos sus contemporáneos. Domingo 22 de junio de 1986. Enfrente no estaba la Selección de fútbol de Inglaterra. Allí estaban los Piratas. Los súbditos de la Pérfida Albión. Diego de Fiorito lo sabía. Porque cuatro años atrás habían dejado la vida en nuestras islas los pibes pobres de Fiorito o Esquina, provincia de Corrientes, donde había nacido Chitoro, su padre.

Allí apareció Diego. Centellante. Único. La mano de Dios para hacer justicia divina. La apilada de todos los tiempos para que no queden dudas que era mucho más que un partido de fútbol.

Diego pudo convertir cientos de goles. Algunos tan bellos como aquella corrida memorable. Pero nunca, jamás – y no volverá a suceder – un gol significó tanto para un país. Un gol tan bello ante un rival tan odiado. Dios terrenal, Diego Armando Maradona. Conscripto clase 1960.

Pedro Pellagata fue uno de los máximos referentes en la historia del Club Atlético Tigre. También fue un destacado artista plástico. Su pincel reflejó una imagen icónica: Diego elevado por ángeles, que también agarraban de los garrones al arquero Peter Shilton y cegaban al árbitro tunecino Alí Bennaceur.

Más conejos salieron de la galera de aquel Diego modelo 1986. Le marcó dos goles de otra galaxia a Bélgica en semifinales y habilitó, con un toque sutil y memorable, a Jorge Luis Burruchaga para convertir el tercer gol en la final de la Copa del Mundo.

Diego Armando Maradona. El hombre que cambió la correlación de fuerzas sur-norte. El que se la jugaba con los humildes. El que no se hizo el distraído cuando puteó a los cleptómanos de la FIFA en la final de Italia 1990. El que pagó tamaña osadía. El hombre terrenal del departamento de la calle Franklin. Las noches eternas. Las camisetas de Sevilla y Newell`s. Diego Maradona. El marido de Claudia y el padre de Dalma y Giannina. De amores profundos y romances fugaces.

Estados Unidos 1994. Tenía 33 años. Dos partidos sensacionales, ante Grecia y Nigeria. Aquel martes por la noche, cuando se conoció la noticia de su doping positivo, Argentina se convirtió en un cráter. Silencio. ¿Que será la efedrina? A todos nos cortaron las piernas. Se retiró en 1997 cuando temió por la vida de su padre. La pelota no se mancha.

Fue el entrenador de la Selección Argentina en la Copa del Mundo de Sudáfrica 2010. Luego de largos años en el golfo arábigo y en México, regresó al país. Gimnasia le abrió las puertas. Salvo alguna deshonrosa excepción, recibió un amor inmenso en cada una de las canchas donde se presentó. El fútbol argentino comenzaba a despedirlo.

El pagó sus excesos pero la pelota no se mancha.

A los dueños de la moral y las buenas costumbres, hagan el favor de respetar el dolor ajeno: nadie quiere escucharlos opinar acerca de lo que hizo o debió haber hecho.

Nací en 1976. El mismo año que Diego debutó en Primera. Me acompañó en mis 44 años de vida.

Chau, Pelusa. Lleva tu fútbol y gambetas a otro plano celestial. Abrazate fuerte con don Diego y doña Tota. La eternidad terrenal y el amor de este pueblo ya te lo ganaste hace muchos años.

Volá Diego, volá.

(*) Periodista. Conductor de Abrí la Cancha.

Fuente: Radio Gráfica

25 Noviembre 2020.

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