Los especialistas en psiquiatría sostienen «el suicida o la suicida, toma la decisión trágica pensando en dejarle la culpa de su tragedia a un tercero. O a varios». Julio César Toresani, el bravo mediocampista de Unión de Santa Fe, River, Boca, Colón, Independiente en los 90 vivía en estado de angustia.
Incursionó como la mayoría en la dirección técnica en distintos equipos -Aldosivi, entre otros- viviendo un final trágico: se quitó la vida hace una semana y reavivó una polémica. El síndrome del abandono de ex futbolistas «afuera del sistema»: afectos, trabajo, búsqueda de la felicidad.
El célebre «Huevo» Toresani, 51 años, quien supo jugar con Diego Maradona padecía conflictos familiares. Había sobrevivido a un cáncer hace cuatro años. No le iba bien como entrenador. Duró poco en Uruguay, tras una controvertida relación en Rampla Juniors. Se sintió un fracasado.
Temperamental, combativo en tiempos de futbolista, se sintió solo, sin recursos en medio de su angustia. Se pegó un tiro en Santa Fe. A 45 años de una novela imperdible del notable escritor Osvaldo Soriano, titulada: «Triste, solitario y final». Publicada en el 74.
Primer impacto literario del popular «Gordo» Soriano, nacido en Mar del Plata, infancia en Tandil, que tomó la desdicha de dos genios del cine de los´30 y 40, Stan Laurel y Oliver Hardy inolvidables «Gordo y el Flaco» (*)
Jorge Acuña, ex volante de Racing Club de Avellaneda, generación cercana a la de Toresani, entrevistado por Radio Gráfica -reportaje que reprodujo «Clarín»- ahondó en el problema de los ex futbolistas. La nómina de los que «perdieron» es extensa. No tan conocida.
Después de los 35 «no sabemos qué hacer» con la vida», reflexionó «Camote» Acuña que dió la vuelta olímpica en el´88 con la Academia dirigida por Alfio Basile. «La desilusión es más grande cuando los antiguos compañeros ni siquiera te llaman para saber cómo estás», añadió.
Hace casi dos décadas un grupo de ex notables de los´60 inició una larga peregrinación -no a Luján, precisamente- a las instituciones con Poder. Desde la AFA, clubes en cada caso, Agremiados, Asociación de Técnicos. Reuniones, intentos fallidos. Escaso resultado.
De repente, ante los decesos de dos glorias del fútbol argentino, Norberto «Tucho» Méndez y Ernesto Grillo, diferencia de pocos días, junio del 98, pleno Mundial de Francia, una veintena de ex futbolistas inició un camino con más ilusiones que certezas.
Los´40 y 50 en plena fiesta del fútbol criollo, «Tucho» Méndez y el «Pelado» Grillo brillaron en la selección nacional. Futbolistas geniales, murieron en la tristeza, el olvido. Apenas un par de días en los Medios y en el recuerdo de los mayores. Una sociedad alejada de la historia.
Juan Carlos Guzmán, Silvio Marzolini, Juan José Pizzuti, Raúl Emilio Bernao, Rafael Albrecht, Mario Rodríguez, Alberto Rendo, Roberto Perfumo, Daniel Onega, Edgardo Cantú, Alberto González, Franco Frassoldati, Oscar Raimundo Martín, Juan Carlos Marenda entre otros fundaron la mutual Futbolistas Solidarios.
Buscaron «amparo» y «solidaridad» para el resto. Casos donde los clubes se olvidaron de sus grandes jugadores del pasado. De pronto, Ricardo Ramaciotti, ex Ñuls, River, Argentinos Jrs, la selección, internado en el Argerich por un aparato «desfibrilador». Estabilizar, tema cardíaco.
El central José Pepe Vázquez, «crack», galera y bastón, Chacarita Juniors. la selección que viajó a Bolivia, Sudamericano´63, fracturado por el cordobés Daniel Willington, ídolo de Vélez, terrible «planchazo», cuarto de siglo más tarde esperando una prótesis para su rodilla derecha
No encontraron eco en Agremiados. Apenas, Carlos Della Savia, enfermo, tras repentina dolencia, un deceso inesperado, siguiendo la senda de Omar Pastoriza, José «Perico» Pérez, antes Héctor Catoira, se interesó por los conflictos de los «abandonados por el sistema».
El resto no acompañó. No hubo ninguna generosidad de parte de Sergio Marchi, Carlos Pandolfi y por entonces, Jorge «Potro» Domínguez, luego «raleado» de la conducción. Como «Perico» Pérez. Nunca «salidas» debidamente aclaradas por los que siguieron.
Una conducción que tuvo encontronazos con la Justicia por cuentas secretas en cuatro
Bancos. Una Fundación El Futbolista regenteada por Marchi y Pandolfi que terminó en una investigación de la jueza Romilda Servini. Cuentas de Agremiados luego embargadas.
Mucho antes Julio Grondona apoyó a Rodolfo Micheli con la «Casa del Futbolista» histórico lugar de avenida Córdoba cerca de Callao, centro de la Capital -sede a punto de extinguirse- no dando lugar a los que tuvieron remozadas ideas. Sin ser «empleados» de la AFA.
«Futbolistas Solidarios» instaló su mutual en el 99. Varios firmaron un documento con texto casi similar a los argumentos de Jorge Acuña y al drama de Julio Toresani. El pecado de la escasa solidaridad en el fútbol, no se aleja demasiado del resto de la sociedad. Pasaron 20 años.
En numerosas reuniones participaron otros notables, José Varacka, José Bernabé Leonardi, Juan Carlos Cárdenas, Osvaldo «Chiche» Sosa, pero no hubo caso. No pudieron reconciliar a los que dieron alegrías al pueblo futbolero con la realidad de la dirigencia. Inoperante
El síndrome del suicidio se llevó a Osvaldo Toriani, ex arquero de Tigre, Independiente y Ñuls; a Alberto Vivalda, ex River, Racing, Platense, curiosamente ambos arqueros. No hace mucho el colombiano Farid Mondragón, 41, también se quiso quitar la vida. Drama en puesto ingrato.
El primero había padecido la muerte de un hijito por accidente doméstico. Toriani, 51 años. La «Garza» Guzmán compañero en el «rojo» campeón de América, 64, dijo: «No pudo con su desdicha. Cayó en la tristeza. Melancólico, nunca más fue feliz», añadió
Vivalda, 38, se arrojó debajo de un tren por problemas personales. Conflicto matrimonial. No podía ver a sus hijos. Sin trabajo antes de los 40 años no podía pasarle la mensualidad a su ex esposa.
El zurdo Mirko Saric, promesa de San Lorenzo en el 98, se ahorcó dos años más tarde. Una crisis personal en medio de su bajón en el fútbol. De haber sido cotizado en diez millones de dólares a los 20 años, se encontró en un pozo depresivo. Se colgó en su domicilio, Boedo.
«Nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio», dijo Joan Manoel Serrat, en el 71, cuando el franquismo prohibió cantar en catalán en Barcelona. Había ganado un concurso internacional.
(*) El «Gordo» y el «Flaco» hicieron felices a todos los niños del mundo durante un cuarto de siglo en los años 30´ y 40. En los´50 y 60 murieron pobres, olvidados, todo en EE.UU. que antes los idolatró a ambos. Sufrieron enfermedades cerebrales tras vivir la fama en plena crisis mundial. «Oli», Hardy, tenía 65 años. Había bajado 50 kilos. Stan, 74. Estando en silla de ruedas iba a visitar a su amigo. Soriano los evocó con dolor.
2 de mayo de 2019