Fue número 1 de salto en largo y medalla de bronce en los primeros Juegos Panamericanos. Y también un hombre que rompió barreras de la segregación.
Hace exactamente 70 años comenzó la historia de los Juegos Deportivos Panamericanos, con una edición inaugural en Buenos Aires. Tanto el entonces presidente Juan Domingo Perón como su esposa, Eva Perón, tuvieron una participación muy activa en aquellos Juegos, en su organización, promoción y presencia en los distintos eventos, desde la misma –y amplia- ceremonia inaugural en Racing.
Aún hoy, los deportistas argentinos todavía en vida recuerdan la carta que el propio Perón les envió en los días previos a la competición.
En lo referente específicamente al atletismo, aquellos Juegos contaron con varias figuras de primer nivel mundial. Estados Unidos envió a casi todas sus estrellas olímpicas, incluyendo a Malvin Whitfield (campeón de los 400 y 800 metros), al recordman mundial de los 110 metros con vallas, Richard Attlestey, al pintoresco dueño del salto con garrocha en esa época, un pastor protestante llamado Bob Richards, y al imbatible lanzador de bala, James Fuchs, entre otros.
También el atletismo argentino contaba con la mejor generación de su historia y así logró el segundo lugar en el medallero de su deporte, algo que ya no volvería a ocurrir. El campeón olímpico de maratón, Delfo Cabrera, era el símbolo de aquel equipo y fue el triunfador en esa carrera de los Panamericanos, delante de su compatriota Reinaldo Gorno, quien al año siguiente alcanzaría la medalla de plata olímpica.
La prueba del salto en largo se disputó el 28 de febrero en el estadio de River Plate, que fue escenario también de importantes competencias atléticas en su historial (como el Campeonato Sudamericano de 1952), pero cuya pista acaba de ser desmantelada hace pocos meses dentro de la remodelación general del Monumental.
El estadounidense Gaylor Dean Bryan fue el triunfador con un salto de 7,14 metros, aventajando por cinco centímetros al argentino Albino Geist, el único atleta en nuestro historial que alcanzó un podio panamericano en esa prueba. En realidad, el recordman argentino era un atleta múltiple, Enrique Kistenmacher (7,36 metros en 1949), pero una lesión lo marginó de los Juegos, donde aparecía como una esperanza para el Decathlon.
La medalla de bronce fue para otro estadounidense, que en la noche del domingo se convirtió involuntariamente en trending topic al ser mencionado en la ceremonia de los Oscar por su nieta Mia Neal. Y no era para menos. No es común que la Argentina aparezca en un discurso de un ganador que, a priori, nada tiene que ver con la industria cinematográfica nacional.
Neal, ganadora con su equipo de trabajo de una estatuilla a «Mejor Maquillaje y Peinado» por su trabajo en La madre del Blues, dejó un mensaje en contra del racismo y contó que su abuelo había visitado el país al representar a Estados Unidos en los Juegos Panamericanos y que conoció allí conoció Eva Perón.
¿Quién era el hombre en cuestión? Es James William Holland. Jim Holland. Saltó 6,95 metros que le permitieron superar por apenas dos centímetros al brasileño Adhemar Ferreira da Silva. Este, a su vez, triunfó en la prueba del salto triple, la misma que lo llevaría a la gloria: bicampeón olímpico (1952-1956), recordman mundial y dueño de casi todas las competiciones de triple a lo largo de una década, una trayectoria que lo transformó en el el atleta sudamericano más importante de la historia. Otro argentino, Bruno Witthaus, logró el quinto lugar con 6,90 metros.
Ni Bryan ni Holland pudieron trasladar este suceso panamericano a las arenas olímpicas, donde dominaba su compatriota Willie Steele, sindicado como el heredero en esta especialidad del gran Jesse Owens. En las eliminatorias olímpicas (Trials) para los Juegos de Londres, en 1948, Holland se quedó a las puertas de la clasificación –fue cuarto, iban los tres primeros- mientras que Bryan solo logró el 6° puesto en los Trials para Helsinki.
No obstante, Holland –nacido el 16 de octubre de 1924 en Rock Island, Illinois- sí marcó época en otros aspectos, y que son los que llevaron a su nieta a usarlo como ejemplo. Alumno del Rock Island High School fue elegido presidente del centro de estudiantes, algo que resultaba una rareza en época plena de segregación racial. Y lo mismo sucedió más adelante, cuando lo eligieron capitán del equipo atlético de la Northwestern University, una casa de estudios que apenas había admitido a quince estudiantes afroamericanos.
Holland alternó el atletismo con uno de los deportes más populares de Estados Unidos, el fútbol americano, teniendo como guía al coach Shorty Almquist. Su talento y versatilidad aparecieron ya en su colegio, cuando fue convocado para uno de los torneos regionales (Davenport Relays, en 1943) y ganó cinco pruebas: 100 y 220 yardas llanas, salto en largo, lanzamiento de bala y el relevo corto. También, como muchos otros deportistas, combatió en la II Guerra Mundial.
Después se concentró en el atletismo y, sobre todo, en el salto en largo donde alcanzó su mejor resultado en el Campeonato Nacional de Estados Unidos, el 24 de junio de 1950: triunfó con 7 metros y 85 centímetros, un registro que lo elevó al primer puesto del ránking mundial de esa temporada, tres centímetros por delante de su compatriota Jeremy Biffle. Holland fue, de ese modo, una de las grandes figuras en dichos Nacionales, celebrados en el Byrd Stadium de College Park, en el campus de la Universidad de Maryland.
Luego, Holland se dedicó a la docencia y abrió nuevos caminos en la lucha contra la segregación. Es recordado como el primer maestro afroamericano admitido en el sistema educativo de la Northwestern University. Falleció en enero de 2002. Y 19 años después, en tiempos de pandemia, se transformó en el impensado link entre la Argentina y los premios Oscar.
Fuente: Clarín – Por Luis Vinker
26 abril de 2021