Han comenzado los 31 Juegos Olímpicos de Río de Janeiro, que encuentran un Brasil en medio de una profunda crisis política y económica.
Día a día crecen las protestas populares frente al deterioro de las condiciones de vida del pueblo, y las huelgas, que conmueven al país, repercuten en los Juegos, como se vio con el masivo “Fora Temer” el día de la inauguración.
Un ejemplo de cómo se llegó a Río 2016 se vio en el conflicto planteado con el alojamiento de las delegaciones de atletas, ya que las obras de la Villa Olímpica (31 edificios de 17 pisos de un lujo nunca visto en competencias de estas características que albergarán a 10.500 atletas y 7.500 de los equipos técnicos), estuvieron demoradas por varios conflictos salariales con los trabajadores de la construcción. Días antes del inicio, inspectores del Ministerio de Trabajo brasileño constataron que “cerca de 600 trabajadores lo hacen durante hasta 23 horas diarias, sin contrato ni seguridad social”.
Las Olimpiadas son el evento deportivo más importante del mundo, en el que participan delegaciones de 206 países. Como dijimos en oportunidad de los Juegos de Atenas 2004: “Los juegos olímpicos como fueron concebidos han muerto. En su lugar se desarrolla un torneo mundial donde las grandes potencias y los intereses de los grandes monopolios confrontan, también en el terreno deportivo… El ‘espíritu olímpico’, el ‘juego limpio’, el ‘deporte amateur’ no son más que frases de ocasión para tapar la realidad del deporte de alta competencia, más allá del espíritu amateur demostrado por la mayoría de los deportistas”.
A tal punto los Juegos Olímpicos son un negocio de importancia fenomenal para grandes monopolios, que la preparación de Río 2016 “sobrevivió” a la crisis política derivada de la destitución de Dilma Roussef. Según los propios organizadores, estos Juegos costaron 12.700 millones de dólares, de los cuales el 43% fue puesto por el Estado, y el 53% por el sector privado (Marcelo Odebrecht, cabeza del principal holding de la construcción de América Latina, está preso por casos de corrupción vinculados con el petróleo y la construcción de infraestructura para las olimpíadas). Pero como Río 2016 era una cuestión primordial para los sectores dominantes, ante la falta de fondos por parte del Estado de Río de Janeiro, el municipio terminó de cubrir los costos.
Los auspiciantes y sus negocios millonarios
Como informa la propia “Guía oficial de la delegación argentina”, publicada por el Comité Olímpico Argentino, los auspiciantes principales del Comité Olímpico Internacional son: Coca Cola, Atos, Bridgestone, Dow, General Electric, McDonald’s, Omega, Panasonic, Procter and Gamble, Samsung, Toyota y Visa. A eso se agregan los sponsors del COA: Signia, ICBC y Turicentro (la Agencia de Viajes). Además están los que respaldan a determinados atletas o equipos, como ya hemos visto en el caso de la selección de básquet, con sus camisetas con el logo de DirectTV.
Además de los múltiples ingresos que pueden obtener estas empresas durante el transcurso de los Juegos, hay que observar que su participación les trae oportunidades de negocios adicionales, y refuerza su vinculación con las distintas federaciones deportivas y comités olímpicos nacionales. Un ejemplo es el caso de la Dow Chemicals, que ha desarrollado césped artificial para canchas de hockey y bochas para el mismo deporte, que serán usadas con exclusividad.
El control sobre los negocios es tal que el Comité Olímpico Internacional ha difundido una lista de “términos olímpicos” que regulan qué pueden decir los atletas y sus auspiciantes privados que no forman parte de Río 2016. En este listado hay palabras como “victoria”, “esfuerzo”, “2016”, “oro”, “plata”, “bronce”, “medalla”, y “Río”.
El conflicto con Rusia por el doping
Un tema particular de estas olimpíadas es la sanción a los deportistas rusos por masivos casos de doping. Esto se destapó por las declaraciones de médicos y atletas “arrepentidos”, que dieron pruebas de casos de doping en atletas rusos de varios deportes. En este caso, al igual que con la corrupción en la FIFA, actuó el FBI norteamericano, ya que las denuncias se realizaron en ese país, y ante el Comité Olímpico Internacional.
El trasfondo de este episodio es la disputa interimperialista con Rusia, y los intentos de Estados Unidos por sacarle la organización del Mundial de Fútbol de 2018, con denuncias por la intervención rusa en Ucrania.
Las sanciones, que dejaron afuera a todo el equipo de atletismo ruso, se basan en el informe del canadiense Richard McLaren, por encargo de la Agencia Mundial Antidopaje (AMA o WADA por sus siglas en inglés) que demostraron la existencia de un sistema de dopaje organizado por las propias autoridades antidopaje de Rusia.
La AMA está controlada por laboratorios ingleses, canadienses y australianos, tiene su sede en Canadá, y actúa en consonancia con Estados Unidos). Notoriamente no ha abierto la boca ante una de las mayores industrias del doping, como son las competencias profesionales de fútbol americano y béisbol en Estados Unidos. Tampoco han dicho nada ante casos resonantes de dopaje como los de las competencias mundiales de ciclismo, y tiene un creciente enfrentamiento con el presidente del Comité Olímpico Internacional. Hay aquí una lucha de los laboratorios de la industria farmacéutica por su supremacía, ya que son ellos mismos los que producen las drogas “prohibidas”, y los bloqueantes de las mismas, cada vez más sofisticados.
A esta altura del relato conviene recordar que se estima que hay entre un 10 y un 15% de atletas que se dopan, y que los controles “descubren” sólo al 1%. Es decir que la mayoría de los deportistas no se dopan.
La delegación argentina
213 fueron los atletas argentinos que viajaron a Río de Janeiro. La cifra es igual a la que participó de las Olimpiadas en 1948. Visto en perspectiva, esta cifra muestra el estado del deporte de alta competencia en la Argentina, más si tenemos en cuenta que de las 18 medallas de oro conseguidas desde 1924, 13 fueron hasta 1952. Durante 50 años no hubo nuevas medallas doradas, hasta Atenas 2004. En los últimos juegos, Londres 2012, la delegación argentina culminó en el puesto 42, con una de oro, una de plata, dos de bronce y cuatro diplomas (entre el 4° y el 8° puesto).
El Comité Olímpico Argentino, por boca de su titular, Gerardo Werthein, ha dicho que tienen expectativas en superar los logros del 2012. Se basan en el trabajo realizado por el Enard (Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo), que existe desde 2010 y dispone de cerca de 300 millones de pesos destinados a becas de deportistas y a infraestructura.
Esta cifra contrasta con la falta de presupuesto para la práctica del deporte vinculada a las instituciones educativas, y con la absoluta falta de visión de las necesidades deportivas de las grandes masas juveniles, evidenciada en los tarifazos indiscriminados que afectaron a los clubes.
Más allá de cómo le vaya a nuestro país en Río 2016, que ya obtuvo su primera medalla de oro con a yudoca Pareto, la pelea por el derecho al deporte está a la orden del día para las organizaciones populares, hoy vinculada al creciente movimiento #Niunpibemenosporladroga, y al reclamo de centros polideportivos en los barrios y en las escuelas. En el camino de las transformaciones revolucionarias que permitan cambiar esta estructura de deporte capitalista, basada en la comercialización y el profesionalismo.
José Pereira y Germán Vidal
Fuente: Semanario Hoy
10 agosto de 2016
http://www.pcr.org.ar/nota/cultura-y-debates/los-juegos-ol%C3%ADmpicos-de-r%C3%ADo