Pasados los Juegos Olímpicos de Tokio se permite pensar ¿Quedó un sabor a poco en Argentina? ¿Se querían y se anhelan tener más medallas? ¿O simplemente resulta mejor asumir lo ocurrido como un dato de una realidad cargada de historia?
¿Se fijan los ojos mirando el medallero con la ñata contra el vidrio o se piensa en grande? ¿Preocupa una actuación olímpica como para solamente echarle la culpa al macrismo por sus 4 años de pandemia deportiva? ¿O se abren de una vez las puertas para determinar qué se quiere con el deporte en la Argentina? Pensando al deporte como “una escuela de vida” por su espectro abarcativo, que también incluye al alto rendimiento.
En el plano del deporte de élite, las disciplinas que cuentan con décadas de planificación demostraron en Tokio con medallas y actuaciones relevantes cuáles son los frutos. Sostienen los especialistas que la preparación básica para poder cosechar éxitos olímpicos sin tratarse de situaciones excepcionales demanda entre 8 y 10 años. Pero esta mención es apenas una mirada hacia una fracción del todo.
¿Queremos una cultura del podio o masividad? suele preguntarse el dirigente tucumano Víctor Lupo, referente del Movimiento Social del Deporte. Y acá puede verse la punta del ovillo.
Los éxitos resonantes son como música para los oídos de los funcionarios deportivos clásicos. Un gran éxito suele/puede eclipsar y también, ubicar el polvo bajo la alfombra. En cambio, determinar el cumplimiento de las leyes vigentes (ejemplo y central la del Deporte de 1974, modificada por última vez en 2015) y apuntar a un desarrollo deportivo como en la época dorada del peronismo en la década del 50, es pensar en salud (actividad física, pelea contra las adicciones y el sedentarismo), desarrollo, construcción y cuidado de clubes de barrio (base de la pirámide), multiplicación de posibilidades sin distinción de clases sociales y respaldo para emergentes del alto rendimiento.
La pandemia potenció en Argentina ansiedades, necesidades y frustraciones en general y se notó en una escala particular durante el desarrollo de los recientes Juegos Olímpicos para quienes, por ejemplo, no habituados a mirar un partido de hockey sobre césped, que de pronto mutaron a leonas o leones hasta llegar a saltar en los sillones para festejar un corner corto. Cosas que el deporte despierta en este país.
Siempre aparece una oportunidad. No precisamente para tratar de vender el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD) y proyectar un negocio inmobiliario. Una oportunidad para plantear el todo.
Se recuerda cómo los siniestros exponentes del golpe de 1976, en el terreno deportivo procedieron al modo de la autodenominada revolución libertadora de 1955. De ahí en adelante, prevalecieron en las decisiones estratégicas del deporte nacional una serie de improvisados y oportunistas sobre los mentores de cambios estructurales.
Fuente: Delgado Morales Blog