7 de Agosto: Juan Carlos Zabala gana la Maratón Olímpica de Los Ángeles ‘32 / Delfo Cabrera gana la Maratón Olímpica de Londres ‘48

Ago 9, 2014 | Deportistas en el Recuerdo

 

Zabalaganando ya en el estadio

Juan Carlos Zabala (“Zabalita”), nació el 21 de Septiembre de 1912 en la ciudad de Rosario, Santa Fe. Era huérfano desde muy pequeño, ya que a su padre se lo consideró “desaparecido” en 1917, durante la Primera Guerra Mundial. Y su madre, la francesa Ana María Boyer, falleció al enterarse del cruel destino de su marido.

El niño fue internado enseguida en el Reformatorio de Marcos Paz (hoy Hogar Escuela “Ricardo Gutiérrez”), de la provincia de Buenos Aires, por su padrino León Cabal. Allí comenzó a practicar deportes como el fútbol, natación, baloncesto y las carreras, desde muy niño, bajo la preparación del profesor de la Asociación Cristiana de Jóvenes, Alberto Regina.

A los 12 años, ya estaba ganando su primera carrera en 1.500 metros, bajo las órdenes del entrenador de esa “Colonia”, Alejandro Stirling (quien luego fue preparador de varios corredores olímpicos). Sobre la vida en este reformatorio se filmó, en 1939 la película “Y mañana serán hombres”, y parece que la semejanza del protagonista principal con Zabala, no fue una simple coincidencia.

“Zabalita”, como lo llamaban en el atletismo, fue campeón nacional de 3.000 y 5.000 metros en 1929 y 1930, representando al Club Sportivo Barracas. También fue Campeón Sudamericano de 10.000 en 1931 y Subcampeón de 5.000, en la inauguración de la pista atlética del nuevo estadio del Club Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA), cuando sólo tenía 18 años.

Zabala también fue el primer corredor del continente en bajar los 15 minutos en los 5.000 metros, con un tiempo de 14 minutos, 55 segundos, 8/10.

Ese año, 1931, viajó a Europa invitado para correr en la famosa prueba de Berlín (Alemania), donde consiguió el segundo puesto detrás del finlandés Paavo Nurmi, conocido ya como “la máquina de correr”, que venía asombrando al mundo atlético. Entonces nació una gran rivalidad entre estos dos corredores.

El “Ñandú criollo”, como lo bautizó a Zabala el diario “Crítica”, durante su estada en Europa, corrió 36 carreras de las cuales ganó 34. Una de ellas fue la clásica “Maratón de Checoslovaquia”, en Kosice,para la cual registró un tiempo de 2h.33m.19s., sobre esta distancia de 42 Km. que corría por primera vez en su vida.

El entrenador Stirling, entusiasmado por la perfomance de su pupilo, se atrevió a solicitar, junto al presidente de la Federación Atlética Argentina, Eduardo Ursini (guionista de películas y periodista de Critica), un permiso especial al Comité Olímpico Internacional (COI) para que lo dejaran participar en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1932, porque en ese entonces los menores de 20 años aún no podían competir.

Luego de conseguir el permiso del COI, Stirling y Zabala viajaron urgentemente rumbo a los Estados Unidos, presentándose allá en la prueba de los 10 km. organizada por el diario “Los Ángeles Times”, y que el atleta se adjudicó en forma brillante.

Su figura ya comenzaba a ser conocida en el mundo cuando, el 7 de Agosto de 1932, Zabalita “aquel niño huérfano, con la camiseta blanca cruzada por una franja celeste y el Nº 12 en su pecho, se convirtió en el primer argentino en conseguir una medalla de oro, con récord olímpico en la clásica maratón, cruzando la meta tras lograr un tiempo de 2h.31m.36s., cayendo desvanecido a los pocos metros.

“Mucho se habló de ese desmayo, pero la verdad de lo ocurrido es que el boxeador argentino Carmelo Robledo (ganador del oro como Alberto Lowell en esos Juegos), por el entusiasmo, me arrojó un banderín que tenía empuñadura de bronce y me pegó  en la cabeza”, ha dicho “Zabalita”. Fue el vencedor más joven de la historia en ganar esta prueba y el primero en subir a un podio, método que se estableció recién en estos Juegos. En la maratón (prueba en la que no participó el finlandés Nurmi al ser declarado profesional unos días antes) también participaron los argentinos José Ribas, quien abandonó cuando iba en el 7º lugar de la prueba y Fernando Ciarelli.

“Zabalita” que medía 1,62m de estatura y pesaba 50 kilos cuando competía, se casó con Magdalena Lafrancone, con quien tuvo tres hijos.

En el mejor momento de su carrera deportiva tuvo en su poder los récords mundiales de 20.000 m (logrado el 19 de abril de 1936 en Munich, Alemania, con un tiempo de 1 h 4m 02/10) y el de 30.000 m (que consiguió el 10 de octubre de 1931, con 1h 42m 30s 4/10, en una prueba de Viena, Austria).

A los cuatro años de su máximo triunfo en Los Ángeles, en los Juegos Olímpicos de Berlín 1936, Zabala logró el sexto puesto en la prueba de los 10.000 metros con un tiempo de 31’ 22”, aunque debió abandonar la maratón, cuando recorría ya los 35 Km.

Luego de ganar más de 300 competencias se retiró de la práctica activa en el año 1939. Pero siguió muy cerca del atletismo, siendo un excelente consejero de los nuevos atletas y entre 1946 y 1955 trabajó intensamente para el histórico desarrollo que experimentó nuestro deporte nacional.

Actuó en la película “Campeón a la fuerza” (1950) junto a los deportistas: Delfo Cabrera, Carmelo Robledo, Raúl Landini y Cosme Saavedra. Con guión de Eduardo Ursini y la dirección de Enrique Ursini y Juan Sires actuaban en esta película nacional: Alberto Closas, Pedro Quartucci, Diana Maggi y el periodista Borocotó. 

Emigró a los Estados Unidos luego del golpe militar de 1955, sufriendo graves problemas económicos. Cuando regresó al país, de su casa “unos ladrones” que la habían desvalijado, se llevaron su mejor recuerdo: la medalla dorada olímpica que había conseguido en Los Ángeles ‘1932. Con la bonhomía y humildad habitual en este gran campeón, expresó: “Si éso sirve para calmar el hambre de alguien, el robo me duele menos”. Sin embargo cuánta grandeza había en este pequeño gran hombre, que marcó el camino grande del atletismo argentino.

“Zabalita”, falleció el 24 de enero de 1983 a causa de un para cardiaco en el Hospital de San Isidro, Buenos Aires.

La Confederación Argentina de Atletismo (CADA) lo nominó como el Atleta del Siglo a fines de 1999, pero su mayor reconocimiento es la gloria con que permanece aún en la memoria del deporte nacional.

Fuente: Libro “Histórica Política del Deporte Argentino” de Víctor Lupo

Capítulo XIV – Página 144

6 agosto 2014.

 

7 de Agosto

Delfo Cabrera gana la Maratón Olímpica de Londres ‘48

Medalla de Oro en la Maratón de Londres

Medalla de Oro en la Vida

El 7 de agosto de 1948, el argentino Delfo Cabrera, con la casaca número 233, gana brillantemente la Maratón Olímpica en los Juegos de Londres (Inglaterra), siendo el segundo argentino en lograrla, ya que Juan Carlos Zabala la había ganado el 7 de agosto de 1932 en Los Ángeles (Estados Unidos).

Al día siguiente del triunfo de Cabrera, “The Times”, uno de los diarios ingleses más importantes, describía el acontecimiento de la siguiente manera: “Es el belga Gailly, con los pies doloridos, pesados y el espíritu cansado, que parecía ya no poder moverse y entra al estadio para las dos vueltas finales. De pronto aparece detrás, muy próximo, otro personaje erguido, lo que destaca la bien proporcionada personalidad del argentino Cabrera, quien seguramente también mostraba signos de cansancio, pero que aparece como un fresco y alegre participante, para ganar la Maratón”.

La película de esta llegada, que aún sigue emocionando a los compatriotas cuando la repiten por algún canal televisivo, era relatada en ese momento por el periodista Washington Rivera, para la Cabalgata Deportiva Gillette de Radio Rivadavia.

Cabrera había llegado a la meta del histórico estadio de Wimbledon en los Juegos Olímpicos de 1948 y también a su consagración tras una vida de esfuerzo. Era la historia de un hombre de origen humilde que supo encontrar en el deporte el camino a la grandeza, dignificando a su vez la actividad.

Un 2 de abril de 1919, nació un chiquilín en el pueblo de Armstrong, provincia de Santa Fe, siendo el cuarto hijo del matrimonio conformado por Claro Cabrera y Juana Gómez. El lugar donde vivió en el pueblo era llamado la “Casa de los Naranjos”, porque cada vez que nacía un hijo, don Claro, en agradecimiento a Dios, plantaba un naranjo.

Delfo se inició en el trabajo a una muy corta edad, recogiendo maíz a mano en una tarea agotadora que no le impidió, ni ir a la escuela, ni divertirse jugando al fútbol en el Club Gimnasia y Esgrima de Armstrong, o corriendo carreras con sus amigos por las calles de tierra de su pueblo natal.

En 1932 Juan Carlos Zabala ganaba la maratón olímpica de Los Ángeles, episodio que marcará a Cabrera y, poco tiempo después moría don Claro, su padre. El primer hecho lo impresionó y motivó definitivamente para dedicarse al atletismo; el otro lo obligó a alejarse del deporte por un tiempo, pues en plena adolescencia ya debía contribuir al mantenimiento de su hogar, que se había quedado sin su principal sostén.

Tiempo después, Cabrera apareció en el atletismo nacional, el 23 de enero de 1933, corriendo en la “Vuelta de Armstrong”: llegó en segundo lugar para sorpresa y alegría de sus vecinos. Se entusiasmó tanto con este resultado que salía a correr sólodetrás de los sulkys, por los caminos de tierra de los campos, mientras que su vecina, Doña Isordi, le tomaba los tiempos y los registraba. Cabrera también empezó a entrenarse regularmente, a pesar de desarrollar agotadoras jornadas de trabajo.

Se trasladó a Buenos Aires y comenzó a trabajar como obrero textil para luego ingresar al Cuerpo de Bomberos. Siendo ya uno de los mejores fondistas del país, se casó con Rosa Lento (23/8/1945). De este matrimonio nacieron tres hijos, un varón (Delfo) y dos mujeres (María Eva e Hilda Noemí).

En 1938, Delfo Cabrera ganó el Campeonato Nacional de Interclubes en las variables de 5.000 y 10.000 metros, mientras que se adueñó de los Campeonatos Nacionales en 5.000 metros (1941/42) y los 10.000 metros (1946).

La Maratón de los Juegos Olímpicos de Londres 1948, donde triunfa con una espectacular llegada al Estadio de Wembley, en un tiempo de 2h. 34’ 51”, es su máximo triunfo. En esta misma prueba, otros dos argentinos se ubicaron entre los diez primeros en llegar a la meta. Eusebio Guiñez (con 42 años) consiguió el 5to. puesto con un tiempo de 2h. 36m. 6s y Armando Sensini el 9no con 2h. 39m. 30s., concretando la delegación argentina un hecho original e irrepetible hasta la fecha.

Al subir, al podio para recibir su medalla con una bandera argentina sobre sus hombros, Delfo apareció descalzo. Tiempo después él mismo contaría que “un hincha (compañero de delegación) a metros de haber cruzado la meta victorioso, se me abalanzó para abrazarme y me pisó. Por el esfuerzo que había realizado a lo largo de los 42 Km. más el pisotón, se me hinchó el pie de tal forma que no podía calzarme nada”.

Cabrera consiguió una de las tres medallas de oro de Argentina en estos Juegos Olímpicos, junto a los boxeadores, Pascual Pérez (Mosca) y Rafael Iglesias (Pesado), quienes fueron recibidos en Buenos Aires con todos los honores. Otra atleta, Noemí Simonetto, logró la medalla de plata en Salto en Largo, redondeando la mejor actuación olímpica de nuestro país.

Los tres medallistas de oro recibieron, por su gran actuación, el regalo de una casa de parte del Presidente de la Nación, Juan Domingo Perón, quien, al entregársela,  expresó: “Los deportistas son los mejores embajadores que puede tener un país”. Delfo fue reconocido el 17 de octubre de 1949 en la Plaza de Mayo con la medalla de “Lealtad Peronista”.

Perón es muy simpático con los deportistas; nos ayuda y yo soy un producto típico de su apoyo al deporte”, comentaba años después, el brillante ganador de la Maratón de Londres, para la revista “Primera Plana” (1966).

En 1951 Delfo fue el abanderado de la delegación argentina y además el ganador de la Maratón (corrida sobre la avenida General Paz) en los Primeros Juegos Deportivos Panamericanos, disputados en Buenos Aires, venciendo a otro argentino, Reynaldo Gorno. Ese mismo año gana la media maratón sudamericana y en 1952consigue el récord continental de esta prueba.

En los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952, Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerrero, en remo, obtuvieron la última medalla de oro olímpica para la Argentina y el atleta correntino (nacido en Yapeyú) Reynaldo Berto Gorno (detrás de Emil Zatopek, “la locomotora humana checa”) ganó la medalla de plata en la Maratón, donde el santafesino Delfo Cabrera, con 34 años, fue sexto con 2 horas 26 minutos, es decir 8 minutos menos de la marca con que había ganado 4 años atrás.

Posteriormente, Cabrera siguió compitiendo a nivel nacional e internacional acumulando en su carrera deportiva 210 carreras oficiales, 106 primeros puestos, 63 segundos y 22 terceros lugares.

En 1955 la “Revolución Libertadora”, con su ánimo revanchista se tomó el “desquite” con Cabrera, que había sido un prototipo del peronismo, lo echó del Cuerpo de Bomberos donde trabajaba, por el “delito” de haber adherido al “régimen depuesto”. Pero Cabrera, siguiendo el ejemplo de Epaminondas de Tebas, anécdota que siempre repetía Perón para relacionar el trabajo con la dignidad, fue el mejor, tiempo después, en su nuevo trabajo de pisapapeles en el Jardín Botánico.

En 1957, Delfo Cabrera concluyó su brillante actividad pedestre dedicándose a transmitir su experiencia y conocimientos (se había recibido ya de maestro de Educación Física en la Escuela Municipal de la Ciudad de Buenos Aires) en distintas escuelas y centros deportivos.

En la década de 1970 a un polideportivo municipal donde él enseñaba a pequeños atletas, se le puso su nombre.

Hasta su muerte fue un fiel militante de las ideas por las que combatió durante toda su vida. Delfo Cabrera nació en un humilde hogar, y fue humilde toda su vida, no con la humildad que proviene de la falta de dinero, sino con la humildad verdadera, la de adentro, la del Grande. Fue un ejemplo de vida, de afán de superación, de hacerse a sí mismo. Un ejemplo para todas las generaciones que vienen. El deporte fue para él, su vida.

Falleció trágicamente, un domingo 2 de agosto de 1981, en un accidente automovilístico ocurrido en el kilómetro 187 de la ruta 5 en la localidad de Alberti, provincia de Buenos Aires, cuando regresaba a su hogar luego de un homenaje que le habían realizado en la localidad de Lincoln. En 1998, las autoridades municipales de su pueblo natal le erigieron un monumento alegórico en el paseo de ingreso a la ciudad.

El 8 de diciembre de 1992 en un justo homenaje, se le pusó su nombre a la principal pista de atletismo del país, ubicada en el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CeNARD) de la ciudad de Buenos Aires.

Desde 1999, el Senado de la Nación por iniciativa del senador nacional chaqueño, Hugo Abel Sager, entrega anualmente el premio “Delfo Cabrera” a los deportistas argentinos destacados.

Un autor desconocido escribió una poesía dedicada a Delfo Cabrera, que es muy conocida en los ambientes deportivos y dice:

 Gloria hoy para ti
héroe y triunfador
que en justa deportiva
tu demostraste ser un campeón.

Hijo del pueblo de Armstrong
humilde y servidor
hoy tu estampa bizarra
es su contento y su pasión.

Delfo Cabrera
gran vencedor
que sin victorearte
ya sos dos veces
un galardón.

Te protegió en la senda
de olímpico campeón
la imagen que es patrona
y fe ardiente en tu corazón.

Virgen de las Mercedes
templo de amor y paz
bendice aquí a tu hijo
que se arrodilla ante tu faz.

Fuente: Libro “Histórica Política del Deporte Argentino” de Víctor Lupo

Capítulo XXIII

6 agosto 2014.

Ver:https://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=0FCRBb5d5GI#at=32

 

 

 

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