13 de marzo de 1934 nació: OSVALDO ROBERTO SUÁREZ

Mar 15, 2017 | Deportistas en el Recuerdo

 

 

Triple vencedor de la San Silvestre

 

O SUAREZ W LEMOS E ISIDORO FERRERE-1957-GEBA

En una hipotética discusión acerca de cuál ha sido el atleta más grande que hasta ahora ha dado el atletismo argentino, no puede faltar el nombre del “fondista de Wilde”Osvaldo Roberto Suárez. No es considerado el más grande debido a las circunstancias históricas que le tocó vivir, pero fue el sucesor natural de los medallistas olímpicos Juan Carlos Zabala, Delfo Cabrera y Reynaldo Gorno.

Su gran rival en la Argentina fue el notable atleta Walter Lemos.
Nació un 13 de marzo de 1934 en Wilde, provincia de Buenos Aires y siendo aún un chiquilín, con sólo 12 años, comenzó su carrera atlética en 1948, corriendo 8 Km. en una prueba organizada por “Indio Fútbol Club”.

Un 25 de mayo participé de una carrera para acompañar a unos amigos que corrían. Salí segundo a 50 metros del primero. Al ganador lo desafié a correr en 12 kilómetros por un asado y menos mal que le gané, porque si perdía no le podía pagar… En ese tiempo me ficharon para el club Esperanza, de Sarandí. Luego pasé al Estrella del Sur, en Wilde y tiempo después Reynaldo Gorno (medalla de plata en la Maratón de los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952) me llevó a Independiente. Trabajaba 12 horas en el lavadero de mi padre y luego partía a entrenar”, cuenta el mismo Osvaldo.

Su primera actuación destacada fue su cuarto puesto en los 1500 metros del Campeonato Sudamericano que se celebró en Buenos Aires en 1952 y ese mismo año corrió la legendaria Maratón de los Barrios que organizaba la revista “El Gráfico”. Al año siguiente, representando al club Velocidad y Resistencia, se impuso en la prueba, éxito que repitió en 19581960 y 1962 (ya en esta época la revista dejaba correr nuevamente a los ganadores, cosa que no ocurrió durante los primeros años).

En la del año 62 superó al argelino Hamoud Ameur, al cual no lo podía vencer desde varias pruebas anteriores. “El argelino corría y miraba para atrás, siempre a su derecha. Cuando llegó el momento de rematar la carrera, que era mi especialidad, levanté la velocidad por la izquierda de su cuerpo y ni me vio pasar. Nos encontramos en la llegada. No entendía nada,” recuerda con mucha picardía Suárez.
El comienzo de su rutilante trayectoria internacional lo marcaron los Juegos Panamericanos de México, en marzo de 1955, donde se impuso en los 5.000 metros con un tiempo de 15’ 30” 6/10 y los 10.000 metros con 32’ 42” 6/10, siendo una de las figuras del atletismo continental de este torneo.
Ese mismo año haría puesta con Reynaldo Gorno en la Maratón de Einschede, Holanda. Todo indicaba que al año siguiente seria uno de los medallistas en los Juegos Olímpicos de Melbourne 1956, pero fue otro de que no le permitieron viajar por haber recibido premios.

 

con Elvira Sanchez y O. Suarez

Después de finalizados los Juegos, le levantaron la suspensión.

Antes y después batió los récords argentinos y sudamericanos que pertenecían a Raúl Ibarra.

“De los Juegos de Melbourne me sacaron los dirigentes y los militares que decidieron investigarme. Se les ocurrió que estaba acomodado y por más que les explicara que nadie era capaz de dejarme ganar en los Panamericanos y que mis tiempos eran de los mejores en el mundo, me dejaron afuera de la delegación antes de subir al avión. Siendo peronista de corazón, jamás me había involucrado en la política. Lo mío fue y es el deporte. Antes, entrenar y correr; después entrenar a otros, enseñar, ayudar, alentar a los atletas. Con gran pena recuerdo que en Independiente tuve entre mis discípulos a Miguel Sánchez, el atleta tucumano desaparecido en la época de los militares, el 8 de enero de 1978, día en que llegó al país luego de correr la San Silvestre, carrera donde participó por recomendación mía”, repite siempre con nostalgia el “fondista de Wilde”, por “aquella medalla de oro” que habría podido conseguir y por “aquel hijo atleta” que algunos asesinos se lo llevaron.

Osvaldo Roberto Suárez, en la famosa corrida brasileña de San Silvestre, largada según tradición entre la medianoche del 31 de diciembre de 1957 y los primeros minutos del año nuevo, el 1º de enero de 1958, iniciaría su triple victoria consecutiva, venciendo en los 7.400 metros con un tiempo de 21’40” 04/10, nada más y nada menos que a quien había sido el ganador de dos medallas doradas en Melbourne ‘56: el ruso Vladimir Kutz.

Y además lo volvió a vencer, en el torneo de pista de Pacaembú, que solía hacerse después de la San Silvestre. Ese mismo año ganaría las dos medallas doradas en las pruebas de 5.000 y 10.000 metros del Sudamericano de Montevideo, ambas con récord y los 15 Km. y la Media Maratón (como ya lo había hecho en Chile 1956).

El Círculo de Periodistas Deportivos lo premió como el deportista de 1958, entregándole el Olimpia de Oro, siendo el primero del Atletismo en conseguirlo.

Al año siguiente repetiría la perfomance de México 1955 en los Juegos Panamericanos de Chicago 1959, ganando la medalla de oro en los 10.000 metros con un tiempo de 30’ 17” 2/10 y la de plata en 5.000 con 14’ 28” 6/10, a 2 décimas del ganador, el estadounidense William Dellinger. También ganó San Silvestre con un tiempo de 21’ 55” 3/10 y, acompañado por Luis Sandobal (7º) y Alberto Ríos (11º), gana la prueba por equipos.

Luego de conseguir por tercera vez la San Silvestre, con un tiempo de 22’ 02” 1/10 venciendo al canadiense Douglas Kyle en los últimos mil metros, partió con gran esperanza hacía Los Juegos Olímpicos de Roma1960, a participar de la Maratón Olímpica. Pretendía repetir los éxitos de Zabala, Cabrera y Gorno, pero sólo logró el noveno puesto de la Maratón, dominada por el gran Abebe Bikila, el inolvidable atleta etíope que corrió descalzo.

El mismo Osvaldo Suárez contó en 2001, en el programa televisivo “La Otra Mirada”, su participación en Roma de la siguiente manera: “A los 30 Km. de recorrido iba segundo detrás de Bikila. Hacía mucho calor y los médicos de la delegación del Comité Olímpico Argentino me habían indicado que no debía beber durante la carrera. Pero veía que los otros corredores bebían en cada puesto. Me fui deshidratando y entonces en un puesto de agua desobedecí la orden y me paré a tomar desesperadamente unos dos litros. Este desenfreno me hizo sentir mal. Sentí unas puntadas terribles. Corría un poco y caminaba otro poco. Hasta que me reanimé y empecé a pasar a muchos que por mi malestar me habían superado. Llegué noveno con un tiempo de 2 horas 21 minutos. Desgraciadamente habíamos quedado muy atrasados en lo que respeta a la medicina deportiva en el país. Hoy los atletas beben antes de la largada y cada 5 Km.”

Esto que vivió Osvaldo Suárez, con respecto a la medicina deportiva, era otra de las consecuencias de lo que en este libro llamamos el “Genocidio Deportivo”, desatado en 1955 y consumado especialmente en1956.

Suárez contrajo matrimonio el 30 de diciembre de 1960 con Ema Durán (con quien tienen dos hijos, Roberto Guillermo y María Teresa) y, enseguida ganaría tres medallas doradas en los Juegos Iberoamericanos de Santiago de Chile, en 5.000, 10.000 y Maratón.
En el sudamericano de Cali, Colombia, de 1963, volvería a ganar dos medallas doradas, logro repetido en los Juegos Iberoamericanos que se realizaron en Madrid, España, al volver a imponerse en los 5.000 y los 10.000 metros, logrando el tercer puesto en los 1.500.

En esta ocasión y acompañado del declatonista Héctor González, se entrevistó con el general Perón, exiliado en la capital española. Le regalaron las medallas obtenidas «por lo que había hecho por el país y por el deporte argentino». El general agradeció el gesto, pero les pidió que las llevaran a la Argentina, porque de lo contrario tendrían problemas al regresar. Curiosamente al año siguiente ambos fueron despedidos de sus trabajos.

Según cuentan algunos viejos dirigentes del peronismo, Osvaldo Suárez fue uno de los mejores mensajeros entre Perón y el Comando Superior de su Movimiento en la Argentina durante la resistencia. ”Era un hombre muy querido, respetado por toda la sociedad por su humildad. Nunca tenía un gesto de soberbia pese a ser un deportista admirado”, cuenta uno de los veteranos dirigentes, orgullosos de la llamada “resistencia peronista”.

En 1963 en los Juegos Panamericanos de San Pablo (Brasil) ganó la medalla de oro en los 5.000 metros con un tiempo de 14’ 25”” 8/10, aventajando por más de 2 minutos al norteamericano Bob Schuel (campeón olímpico en Tokio ’64) y la de plata en los de 10.000 metros con un tiempo de 30’ 26”07 detrás de Peter McArdle (EE.UU.).

De esta manera, Suárez se convirtió en el atleta que más medallas consiguió en los Juegos Panamericanos con 4 de oro y dos de plata en su carrera. En los Panamericanos de Winnipeg, Canadá, 1967, logró el quinto puesto en los 5.000 metros. Este mismo año obtuvo la medalla de oro en los 10.000 metros del Campeonato Sudamericano de Buenos Aires, imponiéndose al colombiano Víctor Mora.

Participó en pruebas atléticas hasta mediados de 1973 con 25 años en la actividad y destacadas performances. Osvaldo ganó innumerables carreras pedestres y torneos de pista tanto en el país como en Sudamérica y en sus giras europeas. El entrenador que lo orientó en sus momentos rutilantes fue el austriaco Alejandro Stirling, el mismo que había dirigido a Juan Carlos Zabala y a Reynaldo Gorno.

Aún hoy, como en su juventud, se lo puede encontrar en la pista de Villa Domínico (donde trabaja desde hace 41 años), dando sabios consejos a los nuevos atletas. También fue director de Deportes de la Municipalidad de Avellaneda, en la provincia de Buenos Aires, y trabajó durante muchos años junto a Domingo Amaisón, otro gran atleta, en la pista de atletismo del Centro Municipal de Educación Física (CEMEF), de San Martín (provincia de Buenos Aires), construido durante el tercer gobierno justicialista (1975) sobre los terrenos de los tristemente conocidos “basurales de José León Suárez”, donde en 1956 habían sido fusilados militantes peronistas que acompañaban al general Juan José Valle, en su intentona de restablecer un gobierno constitucional.

En 1988 Osvaldo Suárez fue declarado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Avellaneda, por el intendente Sagol. En 1991, “Ciudadano Ilustre de la provincia de Buenos Aires” por el gobernador Cafiero. Desde hace unos años una Agrupación atlética, lleva su nombre. También fue honrado por la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires. En 1999 recibió el premio “Delfo Cabrera”, de la Comisión de Deportes del Honorable Senado de la Nación, pero en diciembre de ese mismo año, no se le renovó el contrato que tenía con la Secretaría de Deportes de la Nación, como “maestros del deporte”, para dictar clínicas en las provincias junto a otros deportistas como Nora Vega y Pablo Zarnicki.

Otra injusticia más para este verdadero maestro de la humildad.

 

Fuente: Libro “Historia Política del Deporte Argentino” (1610-2002) de Víctor Lupo – Capítulo XLVIII – Editorial Corregidor (2004)

13 Marzo de 2017

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