12 de abril de 1944: nos deja el Filósofo del ajedrez ROBERTO GRAU

Abr 11, 2016 | Deportistas en el Recuerdo

 

20160411Roberto Grau

Roberto Gabriel Grau nació y vivió en la calle Alsina 3187. Llegó al mundo el 18 de marzo de 1900 y se fue demasiado pronto, cuando recién cumplía 44 años, el 12 de abril de 1944.

Su nombre es legendario para el ajedrez argentino, por lo que jugó y lo que gestionó en vida. Pero también porque dejó un libro clásico imperdible, cuyas antiguas ediciones se encuentran en hogares y clubes de la ciudad, del país entero y por supuesto, en bibliotecas especializadas de innumerables países: es el Tratado General de Ajedrez, cuyos dos volúmenes han sido felizmente reeditados por Ediciones Colihue de Buenos Aires.

Fue periodista deportivo, jefe de la sección en el diario “La Nación” de Buenos Aires y sus textos más prolíficos fueron dedicados, no al ajedrez, sino al automovilismo.

Cuenta su hija, la hoy doctora Gloria C. Grau, que su padre era aún un colegial cuando comenzó a frecuentar el café Los treinta y seis billares, donde disputó su primer torneo y se clasificó segundo entre ajedrecistas de mucha más experiencia. Y que esta precocidad le permitió jugar casi directamente en primera categoría, sin pasar por las competencias de categorías Menores.

“A los 17 integró por primera vez un equipo argentino junto a Julio Lynch y Arnoldo Ellerman. Con Luis Palau y otros fundó el Círculo de Ajedrez, trabajando siempre con intensidad para la difusión de este deporte”.

Roberto fue Campeón Argentino y Campeón Sudamericano. Como dice el profesor Jorge Raúl Delfino, “paulatinamente se convirtió en el capitán permanente de los equipos argentinos… Su trabajo por el ajedrez nacional fue ímprobo y provechoso, como lo demostró actuando inteligentemente como delegado de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) y representando al país en los Congresos de París, Londres, Varsovia, Estocolmo y Buenos Aires”.

Otro ajedrecista de nota, nada menos que Carlos Guimard, considera que “su obra cumbre la inicia en 1937 en el Congreso de la FIDE en Estocolmo al gestionar y obtener la autorización para realizar el Torneo mundial por equipos en Buenos Aires… Con ese motivo estuvieron en Buenos Aires, al mismo tiempo, Alekhine, Capablanca, Tartakower, Stahlberg, Keres, Najdorf, Mikenas y tantos otros maestros…”

A su partida, el diario “La Nación” lo ubicó en este lugar de la historia ajedrecística: “Suyo fue el mérito de haber servido de eslabón entre el eslabón antiguo y el moderno. Fue tanta su visión que en el panorama ajedrecístico, en el que las ideas se hacen viejas al año o al mes, permanecen inalterables las normas que nos legó en sus libros, hace treinta o más años”.

Ya que se hace mención a los libros, nobleza obliga: también se hace de lectura obligatoria “Roberto Grau, el maestro”, con la firma principal de Gloria Grau, hija de Roberto y de María Gloria Lagomarsino. Justificado, entre otras cosas, a recordar a “un porteño leal”.

 

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EN SAN REMO HE APRENDIDO A NO TENER VANIDAD

Por Roberto Grau (*)

“En San Remo he aprendido a no tener vanidad. He visto cómo esos hombres extraordinarios, con títulos que a cualquiera de nosotros nos enloquecerían de orgullo, estudiar modestamente todas las horas y todos los minutos. Los he visto contraídos al ajedrez con amor de artistas. Analizando minuciosamente todas las partidas. Buscando sutilezas en los planteos… Despreciar las combinaciones de relumbrón y extasiarse ante detalles sutilísimos, imperceptibles para los profanos. Los he visto jugar partidas amistosas entre ellos, sin temor a la crítica periodística, ni a la pérdida de los juegos, y los he visto perder partidas vitales, sin que en ningún momento una actitud hiriente, un gesto inelegante turbara sus faces…

“Cuando Alekhine venció en tan magistral forma a Nimzowitsch, el primero en felicitar a su adversario fue el propio vencido. Había en el gesto del agresivo Nimzowitsch un testimonio de admiración a la calidad de su adversario, y al levantarse dijo en voz bien alta: “¡Alekhine juega de una manera fenomenal!¨.

“Estas palabras, en boca de un presunto adversario del campeón mundial y quizá del tercer maestro de la época, son toda una lección y un símbolo. El amor al ajedrez, la satisfacción artística del vencido, están por encima de la vanidad personal. El día que en nuestro país se aprenda a hacer lo mismo, que espero será pronto, el ajedrez argentino podrá producir los hombres que necesita para conquistar éxitos magistrales.

“Ya ven mis amigos, que he aprendido en San Remo muchas cosas, que juzgo más valiosas que una variante o una celada estratégica. He aprendido a perder y no tratar de justificar fracasos. He aprendido a desconfiar del talento natural. Y he llegado a la conclusión de que soy, simplemente, por ahora, el más elevado exponente del núcleo de jugadores rutinarios que actúan en nuestro medio”.

(*) Fragmento del artículo publicado en “El Ajedrez Americano” Nro. 3, 1930. Reproducido en “Roberto Grau, el maestro”, por Gloria C. Grau, Jorge R. Delfino y Juan Morgado, Ediciones Colihue, Buenos Aires, 2007).

 

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UNA VIDENTE

Cuenta Gloria C. Grau que en los Juegos Olímpicos de París “ocurrió un hecho inusitado: una vidente que se acercó a los argentinos le dijo a mi papá: “Usted va a morir en veinte años de un derrame cerebral…” Corría el año 1924 y mi padre falleció de esa manera en 1944”.

Fuente: Libro “100 Ídolos Porteños” de Horacio del Prado y Víctor F. Lupo

Editorial Corregidor

Capitulo 10 – Página 38

Abril de 2016

victorflupo@gmail.com;

 

 

 

 

 

 

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