Por Fulvio Galimi *
Cruzando los estadios rojos de polvo de ladrillo, o el verde césped de Wimbledon, parecía una figura alada. Esa mujer, bonita de cara, de físico menudo, piernas fuertes y de sonrisa alegre, en el frenesí del juego se transformaba en una persona dura y decidida. Llevaba consigo el halo de una personalidad seductora, y una atracción terrenal excepcional. Mary Terán de Weiss lucía el misterio del que hablaba Homero Manzi, que sólo tienen los elegidos.
Los hombres la miraban antes como mujer que como una de las mejores deportistas del país, pese a que su actitud sólo daba lugar a una discreta conversación.
Su magnetismo natural se transmitía al público, y aún el argentino común que no iba a los estadios, porque el tenis era un deporte de elites, igualmente la seguía en las revistas, en los diarios y en la radio, convirtiéndola en una de las figuras más populares y queridas de esos tiempos.
Estuvimos en los Panamericanos de Buenos Aires, donde ella triunfó, como Félix. Ambos fueron oro para la Argentina.
Otrora, en su época de fama gloriosa, había corrido la versión de un romance con Perón, y el rumor se acrecentó cuando estuvo en el palco oficial junto al general, coronando a la Reina del Deporte, la tenista June Hanson, en el marco del impresionante desfile de 50.000 deportistas, por la calle Corrientes hasta Callao, ante un público enfervorizado que aclamaba a sus ídolos. Esa presunta relación fue terminantemente desmentida por ella, quien dijo que ninguna mujer podía reemplazar a Evita. También lo desmintió Perón, aunque, según el último libro de su biógrafo Pavón Pereyra, le habría ofrecido una relación matrimonial, que fue declinada por ella.
Nuestra amistad con Mary fue creciendo, y aceptó ser la madrina del “Círculo de Esgrima Galimi”, actitud que fe muy festejada por sus miembros.
Viajamos juntos a México para los Segundos Panamericanos de 1955. Allí soportó estoicamente un clima hostil de los periodistas mexicanos, que no le ahorraron burlas cuando cayó al piso durante un partido: publicaron su foto en la primera página de los diarios, con el epígrafe: “La novia de Perón por el suelo”.
Mary, ganadora de innumerables torneos, cabeza del ranking argentino anual, triunfadora del Plató de Wimbledon, fue otra de las víctimas de la represalia política de 1955: quedó inhabilitada para participar en competencias y en torneos. Quizás le pasó lo mismo que a nosotros: recibimos, cada uno, un telegrama informándonos que quedábamos inhabilitados “a perpetuidad” para competir. A todos, no se nos perdonó impulsar la popularización de la práctica profesional de nuestros respectivos deportes, intentar la popularización del tenis, una apertura a sectores sociales que hasta entonces no habían podido llegar a practicar y competir.
Levantadas las proscripciones, regresó al país. Solamente el Club River Plate le ofreció su apoyo, a través de su presidente: el mítico Antonio Liberti. Pero sus hipotéticos rivales no se presentaban para competir con ella. Mary nos recordó una frase que nos había dicho una vez, en épocas de proscripciones políticas:
–No se engañen. Este ensañamiento no se debe a cuestiones políticas. Es porque no pueden ganarnos-.
Habiendo advertido que Mary competiría en un torneo en Alemania, la Asociación Argentina de Tenis envió una carta a la Asociación Internacional, para que no se le permita actuar en ningún país. Por supuesto, la nota fue rechazada por descabellada.
Algo parecido nos sucedió a nosotros cuando Estados Unidos, por intermedio de los hermanos Capriles, nos ofreció enseñar en ese país. Los dirigentes argentinos temían que hiciéramos como Mary, que tomó la ciudadanía española y siguió compitiendo. El ubicuo general Huergo viajó a Estados Unidos para cerciorarse de que no era esa la intención de los norteamericanos. No sabía que tampoco era la nuestra.
Ya instalada definitivamente en Buenos Aires, Mary apoyó abiertamente a Guillermo Vilas, a quien también combatían los “enanos de siempre”, y dijo su famosa frase:
–Lo que yo no pude conseguir desde el gobierno, lo consiguió Vilas con su zurda y su raqueta –aludía a su afán de popularizar al tenis.
¡Brava, pequeña y grande Mary, la de la sonrisa alegre y los ojos vivaces! ¡La de los músculos pequeños pero de acero, y el corazón de leona preparada para luchar y vencer!
La muerte de su madre, a quien veneraba, se sumó a la depresión que ya se anunciaba. Cansada de luchar y de recordar la tristeza de una persecución tan inútil como despiadada, realizó su último vuelo, lanzándose de un séptimo piso, en Mar del Plata, adonde sus amigas la habían llevado en busca de una recuperación.
Enrique Morea, que seguía siendo presidente de la Asociación Argentina de Tenis, fue el único dirigente que la acompañó hasta su descanso eterno. Habría recordado los años de juventud, cuando luchaban juntos por la victoria de la patria en los torneos.
Mary, el estadio ubicado en Parque Roca lleva tu nombre, gracias a la tenacidad y el empuje de un grupo de admiradores tuyos. Sólo falta, en la entrada, una estatua con tu imagen, como se merecen las mujeres que hicieron la patria.
¡Adiós, querida, inolvidable Mary!
Fuente: Libro “A Capa y Espada” de Fulvio Galimi *
Ediciones Fabro
* Esgrimista olímpico 1948 y 1952