“El básquetbol vivió su época de gloria al mismo tiempo que todo el deporte argentino vivió su época dorada”
Leopoldo “Pichón” Contarbio
Jugador del equipo campeón
Fue el viernes 3 de noviembre de 1950. Ese día el mundo deportivo se asombró con la noticia de que el Seleccionado Argentino de Básquetbol había derrotado, en la final del Primer Campeonato del Mundo de la especialidad, nada menos que a la selección de los Estados Unidos por 64 tantos a 50.
Este deporte, inventado por el canadiense James Naismith en diciembre de 1891 en el Springfield College de Massachussets (EEUU) y que había sido introducido desde el país del Norte al nuestro, en 1912 por P. P. Philips, director del Departamento Físico de la Asociación Cristiana de Jóvenes (YMCA) y en cuya cancha de polvo de ladrillo se disputó el primer Campeonato de este deporte en 1928, veía cristalizado el sueño de sus “pioneros”, al llegar a lo más alto.
Ninguno de los argentinos que asistió a aquella verdadera hazaña de los “muchachos altos” pudo olvidarla y este acontecimiento se transmitió de generación en generación. En el mítico estadio Luna Park, las 21.400 personas que lograron entrar, luego del triunfo y a modo de festejo se cantó el Himno Nacional y a continuación se gestó naturalmente aquella inolvidable e impresionante «marcha de las antorchas», que recorrió desde el estadio mismo hasta el Obelisco, por la avenida Corrientes, mientras los vecinos y hasta las “chicas” de los cabarets de esta famosa avenida arrojaban flores desde los balcones. El festejo duró hasta bien entrada la madrugada con una cena y baile en el restaurante “El Tropezón”. En un elocuente testimonio del fervor popular que acompañó toda la epopeya de aquellos deportistas que, conducidos por el «maestro» Jorge Hugo Canavesi (quien este año ingreso al salón de la Fama de la FIBA), demostraron una vez más lo que pueden nuestros compatriotas cuando se proponen una meta y existe la lógica planificación previa.
El resultado final de 64 a 50 habla a las claras del desarrollo de aquel partido final. El grito de «Argentina campeón« que atronó en el Luna Park primero y en todo el Centro de la ciudad después, era el grito de todo nuestro deporte, que una vez más llegaba a la cúspide en su época dorada.
Aquel plantel integrado por Oscar “Pillín” Furlong, Leopoldo “Pichón” Contarbio, Roberto Viau, Raúl Pérez Várela, Vito Liva, Alberto López, Omar Monza, Juan Carlos Uder, Pedro Bustos, Hugo Del Vecchio, Rubén Menini y Ricardo González, demostró una gran preparación ganando todos los partidos de la Copa del Mundo.
Podemos decir que la campaña de este equipo comenzó con aquella primera participación en los Juegos Olímpicos de Londres 1948, donde se consiguió el 15º lugar entre 23 países, y cuando el grupo conducido por Jorge Canavesi e integrado por Contarbio, Furlong, González, Menini, Uder, el “Chafa” Lledó (uno de los mejores jugadores de toda nuestra historia basquetbolística), Raúl Calvo, Bruno Varani, León Guerrero, Martinetti y Tomás Vío, dieron una sorpresa al perder varios partidos sobre la pitada final y apenas por un doble frente al campeón olímpico, Estados Unidos (59 a 57), luego de vencerlo al final de la primera etapa por 33 a 26.
Tres meses antes de la Copa del Mundo en la Argentina (21 de agosto de 1950), Canavesi, acompañado en la dirección técnica por Casimiro González Trilla y en la preparación física por Jorge Boreau, concentraron en el estadio de River Plate a los 14 jugadores elegidos sobre una base de 40 preseleccionados de todo el país. Éstos fueron acompañados por dos médicos, un laboratorista, un ortopedista, un odontólogo y cuatro kinesiólogos, quienes pusieron su trabajo rumbo al título.
Alberto López, fallecido (2003) y que en la década de 1970 fuera funcionario deportivo en la Municipalidad de Buenos Aires, fue uno de los integrantes del plantel y recordaba: “Se solucionaban todos los problemas de trabajo y licencias. Algunos estudiaban, otros trabajaban en reparticiones oficiales o empresas privadas; se nos facilitó todo para que sólo pensáramos en la preparación”. Con este motivo el Gobierno Nacional había dictado el Decreto Nacional 18.773 del 7 de setiembre de 1950, por el cual se concedía licencia para la preparación y participación en los torneos internacionales a los deportistas que trabajaban en la administración pública nacional. Esta disposición pasó a ser el primer antecedente de la vigente Ley 20.596/74, de “Licencia Deportiva Especial”.
El profesor Canavesi cuenta que “el mayor trabajo durante la concentración en el equipo lo realizamos sobre el tema del bloqueo para conseguir los rebotes. Nosotros teníamos un plantel con un promedio de 1,83m de altura y 82 kilos de peso, por lo que necesitábamos un trabajo perfecto de bloqueo para equilibrar al equipo estadounidense que tenía mucho más peso en los tableros”.
Durante el desarrollo del torneo Argentina venció a Francia por 56 a 40 en el partido inaugural, a Brasil (el rival sudamericano) por 40 a 35 y a Chile por 62 a 41 en la primera ronda. En la etapa final se superó nuevamente a Francia por 66 a 41, a Egipto por 68 a 33 y en la final a Estados Unidos, representado por el Denver Chevrolet (subcampeón de la segunda categoría de ese país).
La figura sobresaliente del campeón fue, Oscar “Pillín” Furlong, quien tiempo después fuera capitán del equipo de tenis en la Copa Davis. Luego de este torneo fue suspendido el equipo de Yugoslavia (donde jugaba el actual presidente de la FIBA, Borislav Stankovic) por no presentarse a jugar, por cuestiones políticas frente a España por el noveno lugar. El árbitro argentino participante en este Mundial fue el Rómulo Mazzoni y en el partido final se jugó la primera etapa con una pelota de cuero y la segunda con una de material sintético a pedido de los visitantes.
De cualquier modo, lo que quedará en la historia será aquella gesta magnífica de la «noche de las antorchas», en que las manos anónimas de miles de argentinos coronaron la victoria de nuestros muchachos, con el mejor de los laureles: el júbilo popular. Lo demás pareciera quedó en anécdota.
“El básquetbol vivió su época de gloria al mismo tiempo que todo el deporte argentino vivía su época dorada” explicaba el jugador “Pichón” Contarbio a principios de los años ’80 a la revista “Mundo Amateur”.
El campeón olímpico de Maratón de 1948, Delfo Cabrera, décadas después y con mucha nostalgia recordaba aquel éxito de la siguiente manera: “Argentina ganó el campeonato de 1950 adelantándose en años a Brasil y a los demás países latinoamericanos. La última noche, en el Luna Park, fue grandiosa, memorable. Pero ese equipo fue destruido en 1955. Un día llegué a Rosario y como el colectivo en el que tenía que viajar a Santa Fe salía dos horas después, comencé a recorrer los alrededores de la estación. Presencié algo que demostraba cómo se había difundido ese deporte. Los chicos jugaban básquet en lugar de fútbol, en la calle, de vereda a vereda. Eso implicaba que habíamos comenzado a modificar las pautas en materia deportiva. Lamentablemente ahora tenemos que empezar de nuevo”.
Algunos quisieron relativizar el triunfo argentino porque era el equipo local y porque los estadounidenses habían mandado un equipo de “segunda”. Por estas afirmaciones, el periodista de radio: Miguel Angel Bavio Esquiú (presidente del Círculo de Periodistas 1948/1950), había sido cesanteado, agrandando las críticas. Pero enseguida fue repuesto en su trabajo por órdenes de las más altas autoridades del gobierno.
El capitán argentino Oscar Furlong, fue el encargado de responder estos comentarios tiempo después. Atribuyó méritos al equipo visitante, explicando que: “El Denver Chevrolet era subcampeón de la Liga Industrial y había sido reforzado con dos o tres jugadores del campeón norteamericano. Sin duda constituía uno de los mejores equipos amateurs del mundo… En este campeonato nosotros alcanzamos un porcentaje de cancha (de tiros al aro) de primer nivel mundial”, agregó el capitán argentino.
Esta “época” de buenos resultados para el básquetbol local continuó a los pocos meses de ganar el Mundial, cuando, casi con el mismo plantel, en los Juegos Panamericanos de 1951, se consiguió la medalla de Plata ubicándose detrás de Estados Unidos, al perder con ellos por 57 tantos a 51 en la final. Según los periodistas especializados, la lesión de “Pichón” Contarbio, que no pudo estar presente en esta final, afectó notablemente el rendimiento del equipo argentino, que no tuvo a uno de sus hombres de mayor talla.
Los Juegos Olímpicos de Helsinki 1952 demostraron que los resultados del Mundial y los Panamericanos no habían sido casualidad, ya que Argentina obtuvo el cuarto puesto, (perdiendo dos veces con Uruguay, 66 a 65 y 68 a 59) jugando por momentos un básquetbol de gran calidad, lo que le posibilitó al equipo ser invitado especial a la “Tercera Semana Deportiva Internacional” realizada en la ciudad de Dortmund, Alemania. Allí, en 1953, el equipo dirigido por el profesor Jorge Hugo Canavesi, logró ser campeónde las Olimpíadas Universitarias. A estas competencias también concurrieron, representando a la Argentina, un equipo de atletismo dirigido por el profesor Enrique Kistenmacher, uno de esgrima conducido por Alberto Luchetti y otro de natación liderado por Ricardo Abdo El Jalil.
En los Juegos Panamericanos de México 1955 la senda de los buenos resultados continúa y Argentina, pese a superar nuevamente a los Estados Unidos, obtiene la medalla de plata. Queda relegado por EE.UU. en un polémico sistema de desempate pese a haber igualado en el puntaje final.
Los estadounidenses, que se habían quedado con la sangre en el ojo por la derrota, reforzados por dos jugadores de la Liga Universitaria invitaron a Argentina a jugar en la ciudad de Juárez (Texas), para tomarse la revancha. Pero nuevamente la selección nacional ya sin “Pillín” Furlong, que había viajado a jugar en EE.UU., integrada con: Viau, Uder, Alberto López (la gran figura del equipo), González, Peralta, el santiagueño Cisneros (de brillante actuación en este partido), Barea, Edgar Parizzia, Lezcano, Felipe “Yuco” Fernández, Pagliari y Lubnicki, vencen a los estadounidenses, por primera vez en su propia tierra. En nuestro país, el primer triunfo sobre un equipo yanqui fue el 15 de marzo de 1938, en el estadio Luna Park, por 46 tantos a 33.
Esa muestra del poderío basquetbolístico que nuestro país tenía por entonces, lamentablemente fue frustrada por las arbitrarias decisiones de quienes confundiendo política con revancha, acusaron a los jugadores de ser profesionales y los suspendieron de por vida en 1956 (Genocidio Deportivo).
“La Argentina era conocida internacionalmente como El Granero del Mundo, a favor de su poderosa agricultura; las carnes argentinas recorrían el mundo merced al alto índice de exportaciones; la población no conocía el significado de la combinación de palabras ‘deuda externa’ porque el tesoro nacional era sólido y los ingresos superaban sustancialmente a los egresos; las fábricas abrían sus puertas y albergaban gran cantidad de mano de obra; las distintas manifestaciones culturales alcanzaban índices elevadísimos, al punto que las presencias argentinas en el exterior eran muy comunes. En este contexto, el deporte también ocupaba un lugar preponderante. La participación popular en distintas actividades masivas, constituía un hecho de todos los días y fue dándole forma a una base de exponentes de superlativo nivel. Así, no por un hecho fortuito, el seleccionado argentino de básquetbol llegó a coronarse campeón mundial en el certamen que tuvo por escenario el estadio Luna Park de la ciudad de Buenos Aires”, comentaría años después, con mucha tristeza, Leopoldo Contarbio, una de las figuras de ese triunfo del básquetbol nacional, a una famosa revista de Buenos Aires.
La nueva revolución basquetbolística
Pero la historia continúa y a principios de la década de 1990 nuevamente nuestro país organizó otro Campeonato del Mundo y a partir de entonces la recuperación basquetbolística comenzó, bajo la conducción de una nueva dirigencia y la dirección técnica de Guillermo Edgardo Vecchio, con excelentes resultados. Primero en los Juveniles, logrando el tercer puesto en el Mundial 1991 (Edmonton-Canadá), campeón panamericano Sub22 en 1993 (Rosario) y medalla de bronce en Japón ‘2001, (ya con la conducción de Julio Lamas en la misma categoría). Luego, en la categoría Mayores al coronarse por primera vez en la historia campeón Panamericano en Mar del Plata 1995, siendo subcampeón del Preolímpico de Neuquén del mismo año, para concurrir después de 42 años a estos Juegos y lograr un honroso noveno puesto, con un triunfo por 65 a 61, con sabor a hazaña sobre Lituania de Arbidas Sabonis en los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
Este proceso tuvo su gran premio con Argentina subcampeona del mundo en Indianápolis 2002 (EE.UU.), que con la conducción técnica del cordobés Rubén Magnano, logró la hazaña de vencer (como lo había hecho en el ’50) quitándole el invicto de 58 partidos al poderoso Dream Team de la NBA, que participa en estos torneos desde 1992. Los jugadores de “todos los hito el hito” como señala el periodista ORO fueron: E. Ginóbili, A. Montechia, F. Oberto. L. Scola, R. Wolkowyski, I. Sánchez, L. Victoriano, L. Palladino, “Chapu” Nocione, H. Sconochini (capitán), G. Fernández y L. Gutiérrez. Asistentes: E. Tocachier y F. Duro; P.F. Mario Mouches. *
Actualmente el básquetbol argentino se encuentra entre las potencias de este deporte, luego de ser campeón olímpico en Atenas 2004 y bronce en el 2008, y cuenta con una buena competencia interna, la Liga Nacional. Una idea del desaparecido técnico León Najnudel y el Yoyo Caballero, canalizada por el periodista Osvaldo Ricardo Orcasitas (ORO) desde la revista El Gráfico y puesta en práctica a partir de la década del ’80. Esta competencia federal logró producir jóvenes jugadores, algunos de los cuales integran los mejores equipos de Europa y varios de ellos ya jugaron en el mejor basquetbol del mundo que, como se sabe, es la NBA (National Basketball Association) de los Estados Unidos.
* Argentina fue campeón olímpico en 2004, campeón panamericano nuevamente en 2019 y subcampeón mundial en 2019.
Fuente: Libro “Historia Política del Deporte Argentino” (1610-2002) de Víctor F. Lupo –
Capítulo XXXI – Editorial Corregidor (2004). Pág.: 253
Noviembre 2022.